sábado, 14 de mayo de 2011

2º Capítulo. (Parte 1)





2.Un extraño pueblo.



Los borrosos y deformados recuerdos del día en que mataron a mis padres pasaban



fugazmente ante mí. La escena era casi la misma. Las fotos del crimen cometido se habían archivado, pero las vi el día que tuve que testificar. No dejaba de llorar, por lo que no fui muy útil que digamos.



Miré a mi prima nostálgica. Yo había sufrido mucho, tenía cinco años y recordaba alguna que otra cosa. No quería pensar lo que sería para ella que tenía quince. Para mí tampoco había sido agradable. Parece que la muerte va allá a donde voy.


Sin embargo, el bosque por el caminábamos, me tranquilizaba. Las ramas de los frondosos árboles se cernían amenazadoras sobre nosotras, dándole un aspecto fascinante y misterioso hasta al más insignificante arbusto. Estar al aire libre siempre había sido una de mis aficiones. Me encantaba caminar por el monte, y siempre que podía, arrastraba a Nicole conmigo. No quería reconocerlo, pero yo estaba segura de que esto también le gustaba.



Ya llevábamos dos kilómetros de paseo, sin hablar, cada una enfrascada en sus propios pensamientos, cuando avisté Shinix Ville en el horizonte.



-Hemos llegado.- Dije por primera vez en todo el viaje.



Shinix Ville es el típico pueblecito que parece sacado de un cuento. Según me contó mi tía se asemejaba mucho a Hallstatt, en Salzburgo, al que había viajado tiempo atrás.



-“Sería maravilloso poder comprarnos una casa allí.”- Allan siempre reía ante tal ocurrencia. A él también le gustaba Shinix Ville, pero Llenaire era un lugar único a su parecer.



Nos adentramos en las calles del encantador pueblo, explorando con la mirada cada bello rincón que parecían albergar en ellos mágicos secretos. Las casas eran todas de distintos colores, todas llamativas y alegres a la vista. Las flores caían en cascada por los trabajados balcones, todos ellos con bellos tallados. La mayoría, cosa que me llamó la atención, tenían labrados de lobos. Todos poseían uno, en mayor o menor tamaño, todos con distintas formas. La belleza que cada uno de ellos transmitía se reflejaba íntegramente en cualquier lado, en forma de dibujo en una puerta, en paredes, pero sobre todo en entalladuras.



-¿Qué vamos a hacer ahora?- Preguntó Nicole devolviéndome a la realidad.



-Es una buena pregunta.



-He cogido poco dinero. Podríamos ir a un albergue, suelen cobrar menos. No me hace mucha gracia, pero si tengo que trabajar para poder dormir en una cama lo haré.



-Podrías fregar los platos.- Dije riéndome por lo bajo.



-Eso nunca.



“Entonces lo llevamos claro”, pensé para mis adentros. Caminos por las pequeñas callejuelas y encontramos el hostal. La fachada del edificio era de piedra, parecía bastante antigua, tenía enredaderas en las esquinas, dándole un toque agradable.



Entramos algo cortadas. Íbamos con el dinero suficiente como para dormir, lo más seguro, una sola noche. Tras el mostrador de madera, una anciana nos miraba a través de los cristales de sus anchas gafas. Dubitativa, me acerqué a ella.



-Hola. Soy Sandy y ésta es mi prima Nicole.- Señalé.- Verá… no sabía que decir, sin embargo, un cartel tras su espalda me llamó la atención:



Alojamiento gratis. Sean bienvenidos todos aquellos que necesiten cobijo en las frías noches de Shinix Ville”.



-Necesitamos pasar aquí la noche.- Alegué algo cortada.



-Varias noches en realidad. Perdone, pero no tenemos donde dormir, no tenemos dinero. Necesitamos trabajo, sé que es mucho pedir, pero…- Antes de que Nicole pudiera terminar la frase, la mujer, levantó la mano en señal para mandarla callar. Tras eso, su rostro se vio iluminado.



-No os preocupéis pequeñas. Mi nombre es Angelique. Ahora mismo sólo tenemos una habitación con… dos camas libres, pero tendréis que compartirla con un matrimonio bien majo eh. Por eso no os preocupéis. Se llaman…- Angelique cogió un archivador lleno de papeles que se salían por todas partes. Pasó las páginas fijas a él, y continuó:- Eliseo y Jisa. Son encantadores. En cuanto al trabajo, necesito un ayudante aquí en el mostrador. Yo estoy bastante vieja,- continuó riéndose por lo bajo- y no me vendría mal una ayudita.