lunes, 27 de junio de 2011

Capítulo 9. (Parte 1)


9. Aparición inesperada

(2 meses después)

Últimamente la vida parecía sonreírme. Becca había abandonado la caza de ciervos para encargarse de sus hijos, por lo que Henry y yo nos dedicábamos a cogerlos por ella. Echaba de menos a Jisa y Eliseo. Habían sido muy amables con Nicole y
conmigo. Habían sido como padres para mí. A mi prima también la extrañaba. Todas las costumbres diarias que hacía con ella las había perdido. Esos momentos de risas inacabables podría perderlos para siempre.

Caminábamos de vuelta a casa. Habíamos cazado tres ciervos y sonreíamos contentos. Mi técnica mejoró considerablemente con el paso del tiempo, ya era capaz de inmovilizar a mi presa con un solo golpe. Henry me miraba emocionado.
-Has estado genial. Eres increíble, de verdad.-Este chico hacía que se me saltaran los colores.- Nunca había visto a nadie mejorar tan rápido. A mí me costó mucho acostumbrarme. – Eso no me lo esperaba.

-¿En serio?

Sin embargo, Henry no me respondió. Miraba fijamente a su casa, donde todos estaban
fuera. Nos temíamos lo peor. Corrimos lo más rápido posible, pero no estaban
heridos, sino que saludaban a alguien. Observé la figura que atraía a todas las
miradas. Un perfil esbelto y una melena rubia era lo más llamativo de semejante
personaje. Me sorprendí al verla, allí en frete mía, después de tanto tiempo.
-¿Qué haces aquí?- Que simpática soy. Hace dos meses que no la veo y lo primero que
se me ocurre decirle es un simple: ¿Qué haces aquí? Hay que joderse.
-Como siempre tan amistosa.- Como siempre echándome en cara todo lo malo. Ella
sonreía, aparentemente feliz.- Jisa y Eliseo me contaron todo lo sucedido con Luis. He estado ahorrando dinero durante este tiempo, por eso he tardado tanto en venir a verte.- ¿De verdad había estado trabajando? No daba crédito a mis oídos. Tenía colgada en la espalda
una pequeña mochila. Llevaría ropa de cambio, supuse que pasaría la noche con
nosotros.- ¿No vas a presentarme?
-Por supuesto. Estos son: Becca, Henry, Robert y Emily.- Dije mientras los señalaba respectivamente.- Familia. Esta es Nicole.- Tras varios “encantado/a”, mi prima prosiguió:
-Tía, no te puedes imaginar que cosa más graciosa he visto cuando venía de camino.- La risa se escapaba nerviosa de sus labios.- Era como una broma, como cuando pierdes una apuesta, ¿sabes? Pues, he visto a unos tíos muy raros, vestidos de guerreros o algo así. Incluso llevaban armas. A lo mejor están rodando una peli por aquí cerca.- Sabía que la idea de la grabación no era ninguna idiotez…
-Espera, ¿venían hacia aquí?- Preguntó Henry tenso.
-Eh…sí. Andaban en la misma dirección que yo. Estaban asentados a un kilómetro de
aquí más o menos.
-Tenemos que marcharnos. ¡Ya!- Gritó Becca histérica. Agarró a Robert y a Emily de la
mano y entró en la casa a toda prisa. Que los guerreros estuvieran tan cerca de
nosotros era un gran problema. Probablemente querían acabar con nosotros.
-Sandy, tú también. Si Nicole quiere venir, tiene las puertas abiertas.- Henry miraba
el horizonte, comprobando que ningún guerrero anduviera espiando. Claro que
iría con nosotros. Después de lo de Luis yo era la única persona que le
quedaba.

-Nicole, nos vamos. Ahora no lo entenderás, y prometo explicártelo más adelante, pero
nuestras vidas corren peligro. Confía en mí.

Henry asintió silencioso con la cabeza y entró en busca de su madre con nosotras
pisándole los talones. Becca preparaba una mochila con ropa y un botiquín de
emergencia con la tapa transparente. Atisbé que dentro de él había
antiinflamatorios y vendas, entre otras cosas. El salón de la casa Parker
albergaba una chimenea, a los lados, estanterías de gran tamaño repletas de
libros; en frente, al calor del fuego, un sofá y tres sillones rojos. Todos
muebles rústicos. Echaría de menos este lugar. Mi vida era como el Titanic, por
muchas esperanzas que le diera por llevarlo a flote, siempre acababa por
hundirse.
Henry me miraba con ojos tristes. Me acerqué a él.
-Lo siento.- Dije.- Todo esto es por mi culpa.

Capítulo 9. (Parte 2)

-¿Por tu culpa? Sandy, nada de esto es culpa tuya. Semanas antes de tu llegada,
mientras estaba cazando, percibí el olor de los guerreros. Estuve vigilando los
alrededores durante días. Y entonces allí estabas tú, acompañada de un chico de
lo más extraño. Os observaba o espiaba, llámalo como quieras,-dijo entre risas-
y tras pasar unos minutos vi un guerrero. Avisé a mi madre y seguí a los
hombres que habían matado a Luis. Te dejé en sus manos, buenas manos.- Agachó
la vista al suelo y entrelazó las manos.- Y ahora han vuelto. Era de esperar.
Es decir, ya lo esperábamos, Sandy. Todo esto ya lo teníamos preparado. Sin
embargo, esta vez no percibí su olor.- Yo tampoco. Tal vez sería porque
cazábamos en la dirección opuesta. Posé mi mano en su hombro en gesto de apoyo.
Esta familia formaba parte de mí, no quería perderla, no como a Jisa y a
Eliseo.- No permitiré que te pase nada.

-Chicos, vámonos.- Becca captaba nuestra atención desde al lado de la apagada chimenea.

-¿Necesitas ayuda?- Preguntó Henry ya en pie.

-La verdad, no recuerdo que libro era.- ¿Libro? ¿Para qué querían un libro?
-Librería izquierda. Penúltima balda, el tercero empezando desde la derecha.- Ya que la
estantería llegaba al techo, Becca rozaba con los dedos los libros de la balda
número ocho.- Sí, es ese, el azul.- Sacó el ejemplar de “Orgullo y prejuicio” de Jane Austen, el de la cubierta añil, el que
Henry le había señalado. La biblioteca comenzó a desplazarse lentamente,
dejando al descubierto unas escaleras que bajaban hasta una oscuridad absoluta.

-¿Qué es eso?- Nicole habló por primera vez desde que estábamos dentro de la casa. Se
encontraba sentada en uno de los sillones de cojines rojos. Sus ojos
verdeazulados se habían apagado ligeramente desde la última vez que la vi.
Parecía cansada y un poco asustada. El trabajo no le había venido bien, y mucho
menos decirle que nuestras vidas corrían peligro. Que ella tuviera la
posibilidad de morir en estos momentos, sí era por mi culpa. Si yo me hubiese
ido de vuelta con Jisa y Eliseo, Nicole no estaría aquí.

-Es un pasadizo que conduce hasta la otra punta de la montaña que hay tras la casa.
Así la cruzaremos en menos tiempo y sin que puedan seguir nuestro rastro.-
Henry se colocaba la mochila en la espalda e incitaba a su madre a coger a los
niños. Agarré a Nicole por el brazo y juntos, los seis, nos adentramos en la
densa oscuridad. Sin embargo, tras haber dado así como unos treinta pasos, la
negrura del lugar se fue disipando. Unas pequeñas luces colgaban de la pared,
permitiéndonos ver por donde caminábamos.

Llevábamos veinte minutos de caminata cuando comenzamos a ver un poco de luz al final de
túnel.
-Ya casi hemos llegado.- Susurró Becca desde atrás. Henry era el primero, seguido
de Robert y Emily, después Nicole, y yo la penúltima.
El sol relucía alto en el cielo. Salimos de una cueva que estaba bien escondida,
difícil de ver a simple vista. Unas grandes enredaderas tapaban a la perfección
su entrada, haciendo imposible su detección desde lejos. Deseaba estar al aire
libre. El pasillo tan estrecho y oscuro me había agobiado, pero no solo había
sido por eso: En mitad del camino oí como entraban en la casa de los Parker y
la revolvían con el fin de matarnos. El pasadizo no duraría oculto mucho tiempo
a sus ojos, es decir, no tardarían en encontrarnos.