Cogí a
Johnny del antebrazo y tiré de él. Corrimos hasta que nuestras piernas no
aguantaron el ritmo. Después de dar unos cuantos pasos más, nos dimos cuenta de
que habíamos llegado a un pequeño acantilado, que quedaba oculto entre la
maleza del bosque, desde el cual se veía el mar.
Las
gaviotas volaban de un lado a otro, únicamente se paraban para cazar algún
pequeño pez que nadaba por allí.
-Mira lo
que nos estábamos perdiendo. Mira como el sol se extiende por el cielo, como
las nubes, blancas y esponjosas, se trasladan hacia otro lugar. Cuando me paro
a pensar en todo lo que han viajado, cuántos países habrán visto, cuantas
guerras habrán vivido, cuantos acontecimientos…- Me puso el dedo en los labios
mientras me decía suavemente al oído.
-No
había visto tu lado pasional. Ven, quiero enseñarte un lugar mucho mejor. Me
levanto y me deje llevar por él. Dudaba seriamente que fuera capaz de mejorar
ese paisaje.
Estaba
emocionada por donde me podía llevar, sería un pequeño puerto donde los
pescadores tradicionales te saludaban como si te conocieran de toda la vida,
quizás una encantadora tetería en la que señoras rechonchas con las mejillas
sonrosadas nos sirvieran el té con unos pastelitos. Miles de imágenes
entrañables recorrían mi cerebro. Tantos sitios para visitar y tan poco tiempo.
Tras
recorrer caminos que se me hicieron eternos. Llegamos a un claro, a mi no me
pareció nada especial, se parecía mucho al claro en el que compartí momentos
con Henry, pero no podía ser el mismo, habíamos andado tanto que teníamos que
estar en la otra punta de donde nos encontrábamos anteriormente.
-Bueno…
Esta muy bien.- No quería decir nada que hiciera cambiar sobre ese lugar que el
apreciaba tanto. -Pero aún así prefiero el acantilado, el olor del mar hace que
me relaje.-añadí intentando que el claro fuera más especial de lo que realmente
parecía.
-Todavía
no hemos llegado, esto es un simple camino como todos los demás por los que
hemos andado. El lugar que te voy a enseñar es mil veces más hermoso. Espero
sinceramente que te guste.- Yo también esperaba que me gustara, si no
desilusionaría a Johnny.
Avanzamos
entre pequeñas margaritas hasta que llegamos a ver otro claro, ambos estaban
divididos por un pequeño hueco. Johnny salto al otro y me indico que hiciera lo
mismo. Viendo que miraba seriamente el hueco que nos separaba alargó la mano de
forma que yo pudiera agarrarme a ella. Con un salto minúsculo llegue al otro extremo. Mire a mi alrededor y
quede asombrada. Johnny se había quedado corto describiéndolo. A un lado
pequeñas moras silvestres me llamaban
para que las cogiera. Me resistí ante eso, ya que podían ser venenosas, aunque
la verdad parecían más inofensivas que aquellas pequeñas margaritas que
habíamos visto antes.
La
hierba crecía verde desde el suelo, esta parecía recién cortada, era lo
suficientemente largo que hacía que el
suelo resulte cómodo, pero no tanto como para que los pies se te hundieran en
el. Había flores de todos los colores, desde tulipanes amarillos, hasta
exuberantes rosas rojas. Un poco más allá aviste un lago de poca profundidad en
el que flotaban nenúfares. Y pequeños sapitos saltaban de un lado para otro.