lunes, 25 de julio de 2011

Capítulo 13. (Parte 1)

13. El encuentro.
Nicole caminaba nerviosa
de acá para allá. Parecía que la cita con el chico rubio la había emocionado.
Al menos más de lo corriente. Las pulseras y collares relucían en el aire como
una lluvia de estrellas que descendía directa a la cama. Trescientas combinaciones
distintas para quedarse definitivamente con la primera de ellas. Era difícil

saber cómo demonios había metido todo eso en la mochila, pero tratándose de
Nicole, habría sido como coser y cantar.


-¿Cómo se llama?-
Pregunté sacándola de su ensoñación. Así al menos la entretendría y dejaría de
dar vueltas. Iba a acabar por marearme.
-Derek.- Dijo para mi
sorpresa. Estaba segura al cien por cien de que se trataba del chico
licántropo. Aquel en quién confiaba Johnny.- He quedado con ellos a las seis. Con
hacerles esperar cinco minutos bastará.
-No sé porqué pretendes
hacer eso. Él te gusta.- Dibujé una pícara sonrisa en mi rostro e intenté
subirle los colores.- Y parece que tú también a él.- Volví a mi yo habitual y
continué interrogándola:- ¿Cuál es el problema?
-No digas tonterías,
Sandy.- Respondió cortante.- Si llegamos antes o incluso a la hora justa
pareceremos desesperadas. Lo cual no es nada atractivo para una chica. Ellos lo
saben. Y seguro que más que de sobra.- Dijo riéndose por lo bajo.- No les
costará esperar un poco.
El minutero parecía
ralentizarse con cada segundo que pasaba. Incluso llegué a pensar que se había
detenido, pero el cambio de un minuto a otro aún más interminable me hacía
desesperar por completo. Nicole seguía dando vueltas, ahora agarrando su pelo
con una mano mientras caminaba y buscaba un coletero. Yo no paraba de repetirle
que estaba perfecta y que no necesitaba más retoques, pero eso parecía
exasperarla más todavía. A pesar de todo, sabía que el tiempo se detenía no por
incontables retoques, sino por volver a verle. Por volver a ver su
resplandeciente sonrisa. Su pelo oscuro y sus ojos. Esos iris azules sin fin,
como el mar interminable al mirar al horizonte, como el propio cielo. Fijé la
mirada en Nicole. Parecía que no era la única que desesperaba por momentos.
Recogió su pelo en una coleta lateral y me hizo un gesto para que nos fuéramos
de allí. Por último, pescó un brazalete blanco, se deshizo del recogido y salió
en camino de nuestra cita. Ya que la lista de Nicole no contó con lo que íbamos
a tardar, se hicieron las seis y diez.
-¡Hola, chicas!- Dijo
Derek aparentemente emocionado. La gran sonrisa con la que nos había recibido
pareció ampliarse al mirar a Nicole. Sus ojos oscuros pasaron de mi prima a mí,
recibiéndome con una cálida sonrisa.- Me parece que no nos conocemos. Yo soy
Derek.- Alargó una mano y me miró con ojos brillantes.
-Me lo imaginaba.-
Comenté riéndome a la vez que miraba de reojo a Nicole.- Soy Sandy.- Posé mi
mano sobre la suya y la acercó a sus labios besándola suavemente. Me sorprendí
gratamente al ver la educación con la que me estaba tratando. Nicole pareció
sonrojarse levemente a pesar de que la mano era mía.
-Es la mejor forma de
mostrarle mis respetos a una señorita.- Prosiguió Derek excusándose. Me pareció
demasiado fino y cortés para ser un guerrero, estos solían ser tercos, duros y
bastante maleducados. Debían actuar muy bien porque conociéndolos, se notaba
que no podían pertenecer a los Guerreros de Caín.
-Hola.- Dije saludando a
Johnny. Este, a diferencia de su amigo, solo respondió con un gesto de cabeza.
Tras recorrer varios pasillos y bajar unas escaleras, llegamos hasta el almacén en el que guardaban las botellas de vino, el agua y reservas de comida. El cuarto estaba un poco
deshabitado, pero se notaba que habían estado arreglándolo. O eso intentaba
delatar una escoba apoyada junto a una caja. También varias velitas, un detalle
de lo más romántico, bañaban de luz hogareña la sala. Como si de un flashback
se tratase, apareció una imagen ante mí: Henry y yo sentados frente al fuego de
la chimenea. Fue un día fantástico. La mejor caza de todos los tiempos, tanto,
que incluso no tuvimos que salir a buscar presas en dos días. Pero Nicole tenía
razón, la cita debía servirme para alejar malos pensamientos y atraer aquellos
que me harían feliz. Alejé ese recuerdo con un movimiento rápido de cabeza. Eso
pertenecía al pasado. Henry pertenecía al pasado. Me concentré en Johnny, que
echaba hacia atrás la silla para que me sentase. Eso es, Johnny era mi presente
y en lo único que debía centrarme. A pesar de todo, me pellizque el brazo por

debajo de la mesa para comprobar que esto no era un sueño. Sin embargo, seguía sentada en el mismo sitio, esta vez con Miki ojos azules mirándome fijamente.


Capítulo 13. (Parte 2).

-Muy amable.- Dije
devolviéndole la mirada.
Aunque las mesas estaban
cerca, no podía oír a la parejita de rubios. Solo podía concentrarme en el
falso guerrero que tenía delante. Y a este parecía sucederle lo mismo, no
apartaba la vista de mí. Caí en ese pozo azul sin fondo y el mundo pareció
desvanecer alrededor. Solo estábamos él y yo.
-Estás preciosa. No
deberías haberte arreglado tanto.- Definitivamente se estaba burlando de mí.
Era más un conjunto de playa que algo para salir. Si hubiera sabido que el señor
misterioso estaba aquí, habría cogido un vestido bonito o algo un poco más
elegante.
-No digas tonterías. Tú
también estás muy guapo. Como siempre.- Comenté dejando las últimas palabras en
apenas un susurro. Ningún humanos las habría oído, pero nosotros no éramos eso
exactamente. Mis palabras habían sido sinceras, pero no del todo. Él estaba
espectacular. Llevaba una camisa de cuadros negros y azules de manga corta
abierta, a modo de chaqueta, y debajo, una camiseta blanca. Los vaqueros
oscuros parecían hechos a medida. Mi oído lobuno detectó pasos a lo lejos. Miré
a Johnny y éste a Derek. Ellos también los habían oído.

-Escondeos detrás de
aquellas cajas.- Susurró el melenas rubio. Agarré a Nicole de la muñeca y la
conduje hasta una gran pila de enormes cofres y baúles. Me llevé el dedo índice
a la boca para indicarle que guardara silencio. Ella asintió levemente.
Demasiadas emociones en tan poco tiempo. Los guerreros podían hacer lo que
quisieran con las sirvientas, lo que quisieran, pero cuando era así, no solían
ser muy amables con ellas. Y mucho menos limpiarían un almacén y pondrían
velitas. La puerta se abrió con un
chasquido.

-Mmm…- Por la gravedad
de la voz y la fuerza de las pisadas diría que era un tío.- ¿Qué hacéis aquí?-
Preguntó la voz. Su tono revelaba indecisión. Tengo que decir, que la imagen
que daba aquella escenita debía ser desconcertante. Dos mesas con una cesta de
picnic y velas.
-Estamos discutiendo
estrategias. En la cubierta había mucho ruido y nuestros camarotes están en
proceso de limpieza.- Excusó Derek.- Son para darnos luz.- Imaginé que señalaba
las velas. Como excusa general era malísima, pero solo había tenido segundos
para inventársela.
-¿Quieres unirte a
nosotros Jonas?- Desafió en tono usual Johnny.
-Puag. No. Solo me faltaba
eso. No olvidéis que el capitán no aprueba a los gais.- Contraatacó el tal
Jonas soltando una risotada. A nuestros chicos no les hizo tanta gracia.
Tras oír el golpe de la
puerta al cerrarse, Nicole y yo salimos de nuestro escondite. No era una cena
lujosa, pero estar con Johnny me reconfortaba y alegraba a la vez. Creo que
Nicole pensaba lo mismo. Se la veía feliz y sonriente, al igual que a Derek.
Míster ojos azules me ofreció la cesta de picnic repleta de bocadillos. Opté
por el de jamón serrano que siempre me había gustado.
-¿Qué tal está ese
sándwich de jamón serrano?- Preguntó Johnny mientras se comía el suyo. Corrijo.
Mientras devoraba el suyo.
-Exquisito. ¿De qué es
el tuyo?- Sabía perfectamente de lo que era, pero quería iniciar una conversación.
-Pues me he comido uno
de chorizo, otro de morcilla, y este último es de sobrasada.- Me sorprendía que
yo solo hubiera sido capaz de dar un pequeño mordisquito al mío y él, ya fuese
por el tercero. No es cierto que los hombres lobo coman más, pero sí más
rápido.

Me reí estúpidamente.
Estar cerca de él me producía una risa tonta que jamás antes había tenido. Él
también se reía, pero su risa era un sonido mucho más alegre que el mío.
Mientras él parecía simpático, extrovertido y seductor, yo parecía tonta,
embobada y patética. ¿Cómo un chico como él, podía estar cenando con una chica
como yo? Deseaba que la cena se alargase todo lo posible y seguir a su lado,
pero a diferencia a cuando habíamos llegado, los cinco minutos de más se me
habían hecho interminables, éstos, habían volado a la velocidad de la luz. Para
separa a Nicole de Derek necesité Dios y ayuda. Johnny, muchísimo más
receptivo, me había socorrido en la tarea.
Ya acostada en la cama,
pensé en todo lo que había sucedido durante la noche. Hacía mucho tiempo que no
tenía una noche tan maravillosa. Todavía seguía pensando en Johnny cuando me
dormí. ¿Él estaría pensando en mí? Esa noche no tuve desalentadoras pesadillas.


lunes, 18 de julio de 2011

Capítulo 12. (Parte 1)

12. Embarcando.

-Voy acercarme al guaperas.- Dijo
Nicole practicando su mejor sonrisa.- No te vayas muy lejos.- Continuó
bromeando. Supuse que para ella el “guaperas” era el chico que estaba al lado
de Miki ojos azules. Se podría denominar como bastante guapo, rubio y de ojos
oscuros. Realmente era seductor. Pero no lo suficiente como para desengancharme
de la atracción que sentía por el tío de la marca. Alcé la mirada en busca de
mi apuesto caballero, pero para mi sorpresa, había desaparecido de mi campo de
visión.


Apoyada en la barandilla de la proa,
pensé que la sensación de navegar sobre el mar fue totalmente diferente a como
me había imaginado. Especulaba que vomitaría, que me marearía y montaría un
escándalo. Sin embargo, había suavizado los efectos de los hechos pasados hacía
solo unas horas y me hacía gozar de una tranquilidad plena. Se ve, que relajar
los sentimientos más dolorosos de los humanos era corriente en un licántropo.


Retrocedí unos pasos hasta que choqué
con algo o alguien que me dejó paralizada. Giré sobre los talones aturdida y
por fin le volví a ver cara a cara.


-¿Qué haces aquí?- Preguntó a punto
de perder los nervios Miki ojos azules.- Este sitio es muy peligroso.
Acompáñame.- Ahora, su rostro de matojo de nervios se había transformado en una
señal de preocupación. Estábamos con los guerreros, si adiestraban hombres lobo
estarían encantados de recibir otro más. Agarró mi muñeca vendada con firmeza y
me vi obligada a seguirle por los
laberínticos pasillos de madera del barco.


-Yo también me alegro de volver a
verte.- Las respuestas que se generaban en mi mente solían ser de dos tipos:
agradables y bordes. Estas, combaten en una agitada carrera por ver cuál llega
antes al efector. Normalmente, la agradable gana con varios minutos de ventaja.
Pero hoy, la respuesta usualmente vencedora había ido con pies de plomo por
todo el camino, dejando a la borde ganar en una batalla épica. Era la segunda
vez que veía a mi caballero andante y solo se le había ocurrido decirme un
simple: ¿Qué haces aquí?- ¿Quién eres?- Pregunté desafiante.


-Me llamo Johnny. Te lo explicaré
todo, pero no aquí.- ¿Por qué le había dado la manía de dejarme con la
curiosidad a todo el mundo? Ya que era la única persona que conocía en el
barco, sin contar a Nicole, dejé que me arrastra hasta su camarote. La habitación
era bastante grande. La cama, perfectamente hecha, parecía cómoda y muy
mullida. Lo que más me sorprendió, fue lo ordenado que estaba todo. Limpio como
una patena. Seguramente no se habría instalado todavía.- Toma.- Dijo
extendiéndome un brazalete de oro.- Empiezan a dudar de las vendas. Este te
ayudará a ocultar mejor la marca.


-¿No sospecharán más de una sirvienta
con un brazalete de oro?- Comenté escrutando la enorme joya. Elevé la vista y
me topé de lleno con sus enormes y encantadores ojos azules. Estos parecieron
fijarse en mí por primera vez. Me examinó con determinación de arriba abajo.
Eso me había fastidiado. Por una vez que me observaba, lo hacía en el momento
en el que llevaba el horrendo y espantoso uniforme.


-No. Aunque no lo creas, hay chicas
de familia rica. Dará el pego hasta que lleguemos a puerto. Entonces veremos
qué podemos hacer.


-Hay muchas cosas que no entiendo.
¿Por qué te ocultas si ellos entrenan hombres lobo que estén dispuestos a
ayudarles? ¿Por qué me ocultas a mí?- Dije señalando la reciente joya que
colgaba de mi marcada muñeca. Después de lo que les habían hecho a mis amigos,
no estaba por la labor de cooperar, pero sí haría lo que fuera por Nicole.-
¿Hay más licántropos en el barco?


-Demasiadas preguntas. Vamos a ver.
Primero. Me oculto porque a los hombres lobos los utilizan de forma salvaje,
los explotan hasta que no pueden más y les obligan a matar a otros de su
especie. Y yo no estoy por la labor.- Explicó algo afectado. La sinceridad
absoluta brillaba en sus ojos, por lo que me perdí de nuevo en ellos. Esta vez,
por suerte, volvió a sacarme de la ensoñación hablando, y no mordiendo.- Te
oculto porque… si te cogen, aparte de hacerte cosas horribles, registrarían el
barco entero.- Pareció dudar ante qué responder. ¿Qué esperaba que contestara?
¿Acaso le importaba? No, eso eran tonterías. ¿Cómo un chico como él podría
enamorarse de una chica como yo? Posibilidades igual a nulas o incluso
negativas. Además, solo me conocía de dos días.- Te vi en peligro y creía que
era la única oportunidad que tendrías de sobrevivir. Perdóname si no fue así.-
A posteriori llegó la cara de: Soy un chico bueno que no pretendía herir a
nadie.


-No. En realidad debo agradecértelo.
Me encanta ser licántropo.- Su rostro se mostró sorprendido ante aquella
afirmación.- Únicamente puedo decirte que… en fin, gracias. Mis sentidos se han
agudizado enormemente. Soy capaza de escuchar cosas inaudibles para el oído
humano. Percibir aromas que ni mi mente podría haber imaginado. Es un mundo
totalmente diferente al de antes. Me encanta ser lo que soy.


Capítulo 12. (Parte 2)

-No sabes lo que me alegra oír eso.
Pero aquí no puedes transformarte. Si te ven, te encerrarán y te adiestrarán como si fueras un perro.- Dijo
alzando la voz a medida que las palabras salían de sus labios.- Ten en cuenta

que no se pararan a preguntarte si quieres o no matar a los de tu raza.- Tras
haberme asustado de verdad con sus palabras, supo canalizarlas con una amable
sonrisa.- No permitiré que te pase nada.- Buah, eso aparte de tranquilizarme,
hizo que me derritiera como una bola de helado en el desierto a las doce del mediodía. Ahora el silencio reinó en
la habitación, un silencio que decidí cortar con una simple presentación.


-Soy Sandy.- No podía dejar que el
hombre que tanto me gustaba y del que dependía mi vida no supiera mi nombre.


-Bueno Sandy, aquí tienes que tener
cuidado. Nada de acercarte a mí,- Vale. Si quería decirme que me olvidara de él
bastaba con una simple mentira en plan: “Soy gay” o “No estoy para relaciones”.
O no, mejor, haberse callado.- sino, empezarán a sospechar y nos registraran.-
Ya, ya. Arréglalo.- Te puedo asegurar, que si eso pasa, averiguarán nuestro
secreto.- A pesar de eso, me entristeció pensar que no podría acercarme a él.
Pensaba que pasaríamos más tiempo juntos. Así, aunque no fuese mi novio, como
yo quería, seríamos amigos.- Claro que no tenemos que tomárnoslo al pie de la
letra.- Traté de disimular la sonrisa provocada ante aquella aclaración. Así
estaba mucho mejor.


-¿Soy la única que lo sabe?- Pregunté
inocentemente. Seguro que tendría una novia en la que confiaba o alguien
especial a quién contárselo.


-No, mi amigo Derek también lo sabe.
Él es de los nuestros. No puedes confiar en nadie más. Ni siquiera en esa rubia
que te acompañaba.- Dicho esto lo miré por última vez y alcancé el pomo de la
puerta para salir escopetada al pasillo. Nada más cerrarla ya quería volver a
estar con él. Quería mirarlo a los ojos y decirle: Me gustas. Quería besarlo y
que él me correspondiera. Nada más llegar a la cubierta encontré a Nicole
oteando el horizonte con una sonrisa de oreja a oreja.


-¿Qué tal con el rubio?- Pregunté
sobresaltándola. No sé para qué lo hice. La expresión de su rostro respondía a
cualquiera de mis dudas.


-Genial. Parece un buen tipo y es
encantador. Está más bueno de cerca que de lejos. Además, creo que tiene un
amigo… ¿pero eso tú ya lo sabes verdad pillina? Hemos quedado con ellos,- Dijo
dándome codazos en el brazo. Mi prima había conseguido una cita doble y solo
llevábamos aquí un día. UN DÍA. Ahora solo podía pensar en Johnny, o como lo
llamaba antes: Miki ojos azules, y nuestra cita. Me sonrojé vagamente al
acordarme de él.


-Solo me ha dicho dónde estaba
nuestro camarote. Yo de ti no me ilusionaría. Recuerda que trabajamos para
ellos.- Por fuera parecía decir: “Es una estupidez lo de la cita”. Por dentro:
“Quiero tener esa cita ya”. Pero también quería mantener nuestra tapadera.


-Ya tardaba en venir la aguafiestas.-
Refunfuñó Nicole con un gran suspiro.


Nuestro camarote era mucho más
pequeño que el de Johnny. Nuestras camas, o mejor dicho, la litera, estaba
situada a un lado, y en la pared de enfrente había un pequeño armario. Un
pequeño ojo de buey daba al lado oeste.


-¿Cómo voy a meter toda mi ropa
aquí?-Gritó Nicole al ver el diminuto armario. De todas formas, tampoco llevaba
tantas prendas.- Menos mal que no te dio tiempo a coger nada de ropa, sino no
nos cogería ni de broma.- A veces, por no decir siempre, mi prima era una
egoísta.


Tras haberme puesto la ropa que Nicole
había preparado para mí para esa noche, observé la suya muy bien conjuntada:
camisa de rayas azules y blancas con un hombro al aire y shorts vaqueros.


-A la. Guapísima. Vámonos.- Observé
por última vez mis pantalones un poco más largos que los suyos y la sudadera de
Snoopy que me había puesto encima de la camiseta con el pollito. Me mordí el
labio inferior en gesto indeciso. Empezaba a dudar de mi aspecto, de mi ropa,
de mi pelo, de mí misma. La duplica que se reflejaba en el espejo empezaba a
deformarse hasta convertirse en un espantoso payaso con una gran nariz roja. Se
colocó una máscara de carnaval, y se rió de mí de forma histérica. La locura se
apoderaba de todo mi cuerpo como si de electricidad por el cobre se tratara. Tal
vez no estuviera preparada para esto.


lunes, 11 de julio de 2011

Capítulo 11. (Parte 1)

11. El barco.

-Por supuesto.- Nicole abordó un tono
de gratitud bastante real ante mi silencio.


-Gracias. Sigámosle el rollo.- Dije
en un susurro apenas audible a mi prima. Todavía tenía la respiración un poco
entrecortada y los ojos seguían escociéndome con una dolorosa ferocidad.


-Bueno chicas, ¿quién es Summer, y
quién es Phoebe?- Preguntó Ally con una dulce sonrisa de oreja a oreja.


-Yo soy Summer.- Mi prima parecía de
lo más natural. Sabía moverse muy bien en el mundo de la interpretación.


-Phoebe.- A mí no se me daba tan
bien. Yo prefería los monosílabos.


-Encantada chicas. Os enseñaré los vestuarios
para que os pongáis los uniformes.- Nicole miraba a Ally como si estuviese
loca.


-A esta tía hay que encerrarla en un
manicomio.- Susurró a mi oído. Justo como pensaba. La pasión que sentía Nicole
por la moda era capaz de superar cualquier frontera. Las ideas que tenía
metidas en la cabeza no le permitían ponerse uniforme, bajo ningún concepto
ella se vestiría de la misma manera que otra persona, y mucho menos se pondría

algo que no llevase los colores de temporada. Sin embargo, ahora no tenía más
remedio, y mi prima lo sabía. Detuvimos nuestro paseo al llegar a una puerta
azul de plástico.


-Ahí tenéis todo lo necesario. Cuando
hayáis terminado dirigíos a la puerta del fondo y entrar en el coche negro que
aguarda frente a ella. Os estaré esperando.


Los vestuarios eran muy simples,
semejantes a los de un colegio. Nada del otro mundo. La sala estaba vacía, así
que supuse que las demás estarían de camino a dónde quiera que fuese en los
coches negros. Nicole, que había ido directamente a coger el traje que colgaba
pulcramente de una percha, maldecía por lo bajo.


-No pienso ponerme esto.- Replicó
desairada.


-Nicole, por favor. Ya has visto lo
que le han hecho a…- No fui capaz de continuar, pero tampoco hizo falta, había
entendido a qué me refería.- No permitiré que nos pase lo mismo.- Nicole sabía
que yo prefería callar en los momentos más duros, no rememorar lo sucedido y
seguir adelante. Todo lo contrario a lo que decía mi loquero: “Tienes que recordar para superar”. Sin
embargo, yo pensaba que era al revés.


-Vale. Que conste que es la última
vez que me pongo un cosa de estos. Son… puag.


Puag: palabra que más utiliza
mi prima para describir las cosas más asquerosas y menos agradables a la vista.
En su mayoría va precedido de puntos suspensivos. Ejemplo: Las cucarachas son…
puag. Los sombreros de copa son… puag. La vecina que vive al final de la calle
es… puag, pero su favorita y más aclamada es: Los uniformes son… puag.


-No creo que haya nadie por aquí
cerca al que debas impresionar.- Dije guiñándole un ojo.


-Eso nunca se sabe, muñeca.- Admitió
riendo.- Además, siempre hay que estar guapa, hace que una se sienta bien.- En
eso tenía razón. Los uniformes eran verdaderamente horribles. Eran exactamente
iguales al de Ally. Negro y blanco, como en una película antigua.- Vámonos
cagando leches, no creo que tarden mucho en venir las verdaderas Phoebe y

Summer. Si es que están vivas. Si los tíos esos de la mafia las han pillado, no
creo que las dejaran pasar.- ¿Mafia?


Capítulo 11. (Parte 2)

-Sí claro, mafia.- Dije en un sonido
inaudible mientras asentía. Qué gran imaginación.


Salimos escopetadas hacia la puerta.
Tras ella, tal y como la criada había dicho, un coche negro aguardaba nuestra
llegada.

-¡Vamos, que llegaremos tarde!-
Apremió la mujer de pelo azabache desde dentro.

El camino se hizo bastante corto.
Salí rápidamente del coche y como si se tratara de una bofetada la luz del sol
y un fuerte aroma marino me golpearon de inmediato. Abrí los ojos, todavía
acostumbrándose a la luz, y atisbé algo que nunca olvidaré.

El horizonte se alargaba y alargaba
en un precioso azul oscuro sin fin. Los rayos del sol llenaban la superficie
del manto turquesa de relucientes reflejos, proporcionándole un abanico de colores de lo más
impresionante: verde, amarillo, blanco, toda clase de azules, añiles, violetas…
combinaciones imposibles que hacían del paisaje un regalo a la vista. La famosa
brisa marina acariciaba mi piel y hacía que mi pelo revoloteara juguetón por
todos lados. Refrescante, emotivo y único, así definiría la primera vez que vi
el mar.
Nicole me tiró del brazo y vi a todas
nuestras “compañeras” reunidas delante de un barco. Me daba la sensación de que
estábamos en el vídeo “
They don’t care
about us”
de Michael Jackson. Montones de
chicas, todas igual vestidas. Como si hubiesen copiado a una y luego le
hubieran dado a Ctrl+V varias veces. Nos acercamos silenciosas y nos colocamos
detrás de una chica de piel pálida y ojos claros que parecía simpática.
Y como si de un soplo de viento se
tratase apareció él. Tal y como lo recordaba. El chico de ojos azules, sí, el

que me había marcado, se colocó frente a nosotras con aires de superioridad.
-Bienvenidas señoritas a los
Guerreros de Caín. Como ya os habrán comunicado, estáis aquí con el propósito
de servirnos y, si se da el caso, de luchar contra la abominable raza de los
licántropos.- Miré de reojo a Nicole que no parecía prestar atención a nada más
que a los ojos claros de Miki ojos azules.
No creo que se enterase de lo que decía.- No os fiéis de ellos, solo son
errores de la genética que ha querido divertirse y no ha encontrado otra cosa
más graciosa que hacerlo con la humanidad. Por desgracia, han acabado con
muchos de nuestros hombres y tenemos que regresar. Aquí no podemos hacer nada
más. Por el momento. Hasta que nos hayamos recuperado…
-Nicole, ¿qué ha dicho?- Pregunté lo
más disimulada que pude.
-No lo sé, pero ¿has visto que chico
tan mono hay ahí?- ¡Lo sabía! Por razones obvias, ella también se había fijado
en Miki.- Está que te cagas.
-Lo sé. ¿Has visto qué ojos?- Dije
sin poder evitarlo. Casi automático.
-Sí, suelen atraerme más los chicos
de ojos claros, pero todos tenemos defectos. Yo por ese hago cualquier
excepción.
-Por los ojos me recuerda al de “Miki ojos azules”… espera, ¿no los tiene
claros? ¿A quién demonios estás mirando?- Alcé la voz y como primera respuesta obtuvo un sonoro: “Shhh”, de una zanahoria cercana.-
Perdón.- Respondí de mala gana.
-Pues al rubio que hay al lado del
moreno. Me flipa su pelo.- Admitió como si estuviera en trance.
-¿Te traigo un babero?- Pregunté
entre risas.
-Sí, me parece que ya es hora de
darte la papilla.- Contraatacó con ojos chispeantes.

-Touché,
querida.- Me había perdido dos tercios del discurso, pero viendo que todas las
criadas se encaminaban al barco detrás de Miki,
supuse que habría que subir. Esta era la primera vez que montaba en algo así.
Sería un viaje de lo más movidito. Sinceramente, lo único que esperaba era no
echar la pota.



lunes, 4 de julio de 2011

Capítulo 10. (Parte 1)

10. Huida
-Por allí.- Henry avistó un búnker
perfectamente cuadrado. Sin ventanas, cerrado completamente a la luz. Corrimo
s
en la dirección que señalaba y entramos sin usar la fuerza en el oscuro lugar.
Supuse que sería una vía de escape.- Marchaos.


Sabía, por lo que Becca me había
dicho y por lo que había visto en el bosque, que si se quedaba, sería para no
volver.
-Henry, ven con nosotros.- Le supliqué.
El rostro contrariado de Becca mostraba el dolor que sentía ante la idea de que
su hijo diera la vida a cambio de salvar la nuestra. Perder a un ser querido
para siempre es una sensación que no desearía ni a mi peor enemigo. Acarrearía
una carga muy pesada si supiera que alguien a quien quiero estuviese muerto por
mí culpa. No descansaría tranquila, las pesadillas y el dolor vencerían al
sueño. Ya era demasiado agónico conservar en la memoria los desgarradores
gritos e mi madre. - Por favor…
-Sandy, si voy, nos cogerán a todos,
pero si me quedo, tenéis una oportunidad de escapar. Los mantendré ocupados
durante unos minutos, segundos que
pueden ser decisivos para vosotros.- Quiso decir algo más, pero pareció
pensarlo mejor y cerró la puerta, dejando en el aire un silencio sepulcral. Un
triste silencio de lo más aterrador. Probablemente esa sería la última vez que
le viese, la última vez que viese a mi mejor amigo, a Henry. Los ojos empezaban
a irritárseme, quemándome por dentro sin tener oportunidad de detener su
carrera ya demasiado avanzada.
A mi pesar, seguí de cerca al
cuarteto que me quedaba por familia y continué hacia delante. Escruté la
habitación por primera vez. Estaba bastante desolada, muy poco cuidada. Parecía
poco transitada y era de lo más extraña. Las paredes eran de un gris apagado y
el suelo, de un blanco crudo, muy feo. El olor a moho era mareante. Las
esquinas del cuarto estaban llenas de él. ¿Es que nunca han limpiado aquí? Lo
único que tenía la sala, sin contar un sinfín de cajas enormes apiladas de
forma que llegaban hasta el techo, era un viejo ascensor, semejante al de las
minas. Sin embargo, este no aceptaba tanto peso: 100kg máximo. ¿¡Cien!? ¡Pero si nada más que entraban dos personas
como mucho y éramos cinco! Y encima teníamos a los guerreros pisándonos los
talones. Y todo eso contando con que el ascensor funcionara.
Pensé con rapidez. Becca y yo
podríamos esperar perfectamente hasta el siguiente. Nicole, Robert y Emily
bajarían los primeros. Tenían preferencia por ser los más pequeños y más
vulnerables.
-Bajar vosotras dos primero.- Dijo
Becca empujándonos dentro del ascensor. Antes de poder rechistar, continuó:-
Esperaremos hasta el próximo. No cogemos todos.- Estaba nerviosa. Lo notaba.-
Sandy, esto os llevará a una de las guaridas de los guerreros. Seguirles la
corriente en todo. ¿Entendido? No puedo dejar solos a mis hijos.
-Becca…- Pulsó el botón. Las puertas
se cerraron lentamente ante mi protesta. Busqué en el panel una manera de
abrirlas, pero solo había dos opciones: subir o bajar.

La rendija de luz me permitió ver la
última escena antes del cierre total. Tras un sonoro estruendo, la puerta del
búnker cayó golpeando el suelo fuertemente. El rostro de Becca adquirió un
blanquecino tono y se llenó de terror. Una veintena de guerreros entró en
tropel y, enfurecidos y armados, comenzaron con el fin de su matanza. El
principio de nuestro fin estaba cerca.



Capítulo 10. (Parte 2)


Intenté colarme en el hueco por el
que aún entraba algo de luz, pero era demasiado tarde. El ascensor comenzó a descender
despacio. Mientras bajábamos, numerosos estruendos de disparos, gritos, llantos
y el sonido del acero de las espadas que empuñaban, obstruían nuestros oídos
hasta hacerlo insoportable. La faz de Nicole estaba más blanquecina que nunca.

Sus ojos mostraban tristeza y sus labios recitaban un silencioso: “Lo siento”.

Deseaba que esto no estuviera
sucediendo. Que todavía estuviese durmiendo plácidamente en mi cama y dentro de
unos minutos, Emily viniese a despertarme con un cariñoso besito en la mejilla,
como cada mañana. Levantarme y ver a Becca preparando el desayuno a sus hijos.
Ir a jugar con Robert. Y sobre todo, salir a cazar con Henry.


Pero los deseos no siempre se cumplen
en esta vida. Sabía que eso no volvería a pasar, que, a partir de ahora, la
sonrisa de Emily no estaría ahí por las mañanas. Becca no me agradecería más la
caza de su comida favorita, ciervo. No volvería a tropezarme con un juguete y
Robert reiría divertido. Nunca volvería a hablar con Henry.

Una solitaria lágrima corría veloz
por mi mejilla, dejando paso a otra que venía detrás, algo más rezagada.
-Sandy, lo siento.- Nicole, que había
alzado la voz por primera vez, parecía afectada ante lo sucedido. El

verdeazulado de sus ojos ahora estaba vidrioso y algo brillante.
-No tienes porqué. No ha sido tu
culpa.- Los sollozos, que reconocí como de Robert, fueron acallados por un
único disparo. No me serviría de nada llorar, pero mejor fuera que dentro. Mi
prima cerró los brazos al rededor mi cuello y secó las lágrimas que brotaban
nuevamente con fuerza y quemaban mi húmeda mejilla. La idea de tener a Nicole a
mi lado me consolaba. Sin embargo, me sentía tristemente vacía y sola.
Las puertas del ascensor se abrieron
a nuestras espaldas. Una chica (de aparentemente treinta años) nos miraba
sonriente. Llevaba su pelo azabache recogido en un moño, atado con un fino lazo
blanco. Su traje, que parecía decir:
“Hola,
soy Concha y seré vuestra sirvienta”
, era negro por encima de las rodillas,
sin mangas y con escote barco. De cintura para abajo llevaba un delantal a
juego con la cinta y sus zapatos eran victorias con cordoneras. Sin duda Nicole
estaría pensando: “Menudo horror”.
-Vosotras debéis ser las nuevas.-
¿Perdón?
“Seguirles la corriente en
todo.”
La voz de Becca retumbó en mi cabeza formándome un nudo en la
garganta.- Soy Ally. Venid. Bienvenidas a vuestro nuevo hogar.