lunes, 30 de mayo de 2011

Capítulo 5. (Parte 1)



5. Destino inesperado.



Desconocía esta parte del territorio. Nunca me había atrevido a cruzar más allá de los límites establecidos por Eliseo, por advertencias, y por miedo.



Este trozo del bosque daba escalofríos. Los rayos áuricos del sol rozaban intranquilos las extensas ramas de los árboles, bailando al son de la brisa, ahora más heladora que antes.



El licántropo caminaba silencioso tras de mí. De vez en cuando miraba por encima del hombro para comprobar si seguía ahí. Parecía andar en el aire, sin emitir sonido alguno. Los susurros del viento nadaban a su alrededor.



Sin lugar a dudas, su mirada parecía cada vez más la de un psicópata. Ese verde azulado en un chico normal sería algo realmente bonito, encantador, pero en este daba miedo. Me recordaba a una versión masculina de Carrie, cuando asesina a todos sus compañeros sin piedad y sus ojos parecen ser dos bolas de billar a punto de estallar. No me extraña que le dieran un óscar por hacer ese papel.



Avisté un “pueblo” abandonado a lo lejos: cuatro casas derruidas por el paso del tiempo asomaban por el horizonte. Junto a él, unos columpios, en los que niños pequeños se habrían divertido sin cesar, chirriaban oxidados.



Recordé el día en que Nicole y yo jugábamos juntas, por primera vez desde el accidente, sonrientes en un parque cercano a su casa. La muerte de mis padres estaba aún reciente en mi memoria. Sin embargo, mi prima, resignada porque no quería estar con nadie, me llevó a los columpios para sacarme una sonrisa. Tras esto, mis tíos decidieron que lo mejor sería hacer borrón y cuenta. Me llevaron a un psicólogo, que me ayudó con este problema. Supongo que será otra de las causas por la que no recuerdo mucho de aquel fatídico día.



El sol acababa de ponerse por los picos de las montañas cuando llegamos al abandonado lugar. Desde cerca parecía más devastado, e incluso pude ver que había una quinta casa en ruinas. Luis me empujó con fuerza y caí al suelo cubierto con una alfombra de hojas.



-Preciosa Sandy, primero me encargaré de ti. Luego de tus “papis” adoptivos.- Rió amargamente.- Y, después de “consolar” a Nicole, la mataré sin piedad. Disfrutaré viendo como el brillo de sus claros iris se apagan. Seré lo último que vea.- Ahora sus ojos se habían abierto aún más de forma terrorífica. Parecía un besugo.



-No la tocarás.- Si se atrevía a rozarle un solo pelo, me encargaría personalmente de volver de entre los muertos para hacerle la vida imposible.



-¿Es eso una advertencia? Porque no pareces muy segura de ello.- Si hubiese tenido fuerzas me habría lanzado a su cuello y lo habría partido sin cavilaciones.




-Es una amenaza. En toda regla.- Al menos podría decirle unas cuantas cosas.- No tenías ningún derecho de matar a mis tíos, capullo.



-Eso es lo que tú te piensas, muñeca.- Volvió a reír histéricamente.

Capítulo 5. (Parte 2)

Tenía que volver a pensar en un plan. Ahora estaba en frente de mí, mirándome fríamente.



Aprecié que detrás de los árboles había unas sombras que antes no estaban. Se movían rápida y sigilosamente. ¿Serían hombres lobo? Una de esas oscuras siluetas dejó su perfil al descubierto. Parecía un… ¿guerrero? Cualquiera habría dicho que salían de una película. ¿Por qué todo aquí parecía sacado de una producción cinematográfica? Ya que de todas formas iba a morir, opté por no decirle nada al psicópata.


-¿Por qué?- Pregunté. Necesitaba ganar tiempo.


Pero Luis no era tonto. Un loco con alguna que otra neurona. Miró mis ojos, impasible, y como si pudiese atisbar los movimientos de las sombras en mis pupilas, se giró y adquirió una postura de ataque. Se transformó e intentó lanzarse con sus afiladas garras hacia mí, pero rodé por el suelo y esquivé el golpe. Se había dado demasiado impulso, por lo que acabó empotrándose contra el árbol que había a mi espalda. Corrí como alma que lleva el diablo. Si quería seguir viva sería mejor no pararme.



Me interné en la oscura densidad del bosque. La visión nocturna no era mi fuerte. Choqué contra un guerrero y perdí el equilibrio, pero antes de caer, me agarró por los hombros y me sostuvo firme.



Estaba aturdida. Alcé la mirada y quedé alucinada con lo que vi. Un chico de aproximadamente mi edad, de pelo castaño oscuro y ojos claros me observaba de arriba abajo. Parecía un ángel caído del cielo. Por su ropa, sacado del siglo XVIII, pero un ángel igualmente. Sentí que podría perderme en el azul cielo de sus iris durante horas y horas.


Hasta que un intenso dolor empezó a subir por mi brazo, sacándome de la ensoñación.

Había llevado mi muñeca a su boca, mordiéndome. Unos dientes largos afilados habían aparecido como por arte de magia donde antes estaban sus colmillos. ¿Qué leches hacía? ¿Eso no era cosa de los vampiros?


Sin duda otro pirado. Aparté mi antebrazo y me alejé de él. Miré la herida. Aquella marca no podría haberla producido unos dientes normales. Bueno, unos dientes normales, y más de un chico así, no suelen morder a una persona.


Levantó la vista y clavó sus ojos en los míos. Dio media vuelta y se marchó sin dar explicaciones.


Perseguí al “angelito”, pero era demasiado ágil y rápido para mí. Tropecé y caí al suelo por segunda vez en los últimos cinco minutos.


De la herida emanaban dos hilillos de sangre que serpenteaban dubitativos por mi brazo, manchando mi fina sudadera. Me la quité al instante, quedándome solo con la camiseta blanca de tirantes cruzados y me la até a la cintura. Una gota de fluido carmesí cayó solitaria a mis pitillos negros. Estos no me los quitaría. Cerré los dedos alrededor de mi muñeca, tenía que procurar que coagulara.


Esa chaqueta era mi favorita, me la regaló Nicole por mi cumpleaños.


Cada vez me escocía más. ¿Y si me convertía en lobo? ¿Quién me ayudaría a sobrellevarlo? ¿Era verdad que se transformaban a la luz de la luna llena? Alcé los ojos al cielo. La esfera blanca relucía en el oscuro manto recubierto de estrellas. Yo diría que estaba creciente. ¿Sería doloroso? ¿Tendría que unirme a una manada? ¿La plata sería su punto débil? Cientos de preguntas se amontonaban en mi cabeza, prisioneras por no tener respuestas que pudiesen resolverlas.


Pero había una que me hacía perder los nervios:

¿Podría evitar convertirme en un monstruo?

lunes, 23 de mayo de 2011

4º Capítulo. (Parte 1)


4. El lobo.


Desde el intento de asesinato de Luis no había salido de casa. Le tenía miedo, pánico, mucho pánico.


La angustia de Nicole, día a día, iba disminuyendo. Aunque siempre preguntaba por su novio desaparecido. Normal. Para ella Luis era un chico corriente y sencillo. Ah, y “mono”. Pero yo sabía la verdad, él era todo lo contrario, incluso se le podía atribuir peligroso entre otros cientos de adjetivos por el estilo.


La tarde se tamizaba de un precioso naranja tranquilizador. Me había tocado quedarme sola en casa. Desde la desaparición de Luis esto era impensable, pero necesitaba un respiro y en los minutos que Jisa y Nicole tardarían en volver no me pasaría nada.


La señora Cheshire había ido a comprar y, ya de paso, acercarse a la reserva natural que hay en la montaña. Nunca aguantaba metida en la casa mucho tiempo. Adoraba el aire libre y protegía a los animales con su vida. Según me contó siempre había querido tener un perro, pero guiñándome un ojo y señalando a Eliseo añadió:


-Aunque ya tengo algo parecido.


Nicole, por su parte, había optado por darse una vuelta por el claro que asomaba detrás de la casa. Según ella le ayudaba a despejar la mente. Ya sabía yo que todo lo relacionado con estar al aire libre le gustaba. Sin embargo, Eliseo no estaba a favor de que se paseara tan a sus anchas por lugares tan abiertos. Había puesto escusas tales como: “tienes que buscar trabajo”, “ayuda a Jisa”, “ve a la compra”… pero en realidad, era por el peligro que acarreaba dejarla sola. Luis seguía ahí fuera, al acecho tal vez, por lo que no podíamos asumir ese riesgo. A lo mejor no solo me quería a mí, sino que además raptaría a Nicole. Nadie se imagina lo que tiene un lunático así en la cabeza.


Un pequeño chasquido me sacó de mis pensamientos sobresaltándome.


Las finas ramas del esquelético árbol, que anidaba en el lado derecho de la ventana, se habían tropezado con el cristal guiadas por la débil brisa.


El parquet del suelo crujió tras mi espalda. ¿Habría alguien detrás de mí? Me giré rápidamente algo incómoda. ¿Tiraría a esa persona por la ventana? Pero no había nadie. Volví la mirada y continué con la vista clavada en los reflejos azules, añiles y esmeraldas que desprendía la superficie del lago. Sin lugar a dudas, Arizona era un precioso sitio donde vivir.


Otro crujido llamó mi atención. Algo no encajaba bien, aunque viéndolo de otro modo, yo estaba paranoica desde lo de Luis. Podían ser imaginaciones mías.

El silencio sepulcral me hacía estremecer, era intimidatorio. Lo normal de una casa vacía es que esté en silencio, pero este silencio era de todo menos usual. Un olor llegó hasta mi nariz poniéndome los pelos de punta. Un olor ya familiar. A chucho mojado.

4º Capítulo. (Parte 2)



No quería girarme. No pensaba girarme.


Su respiración en mi cuello me hizo palpitar de arriba abajo. Estaba aturdida. Mareada. Confundida. No sabía qué hacer. Necesitaba pensar en algo y rápido, pero la desorientación podía conmigo, saturaba todos y cada uno de los pensamientos que pasaban por mi cabeza en ese momento. Me giré para mirarle a los ojos. Esos ojos azules verdosos que tan inocentes parecían.


Una criatura enorme se alzaba ante mí. Un lobo negro gigantesco. No, era más que eso. Era un hombre-lobo. Y sí, esos iris tan característicos sólo podían ser de esa persona. Luis.


A cualquier otro individuo le habría parecido un lobo enorme sacado de una película de ficción, pero yo sabía que era él. Sus ojos transmitían el odio que sentía, y eso, no era normal en un animal.


Sin duda estaba consiguiendo lo que pretendía: tenerme paraliza de miedo. El terror me hacía sentir escalofríos, era el primer licántropo que veía con mis propios ojos. Y era grande. Muy grande. Yo diría que me sacaba cabeza y media, aunque el miedo nos hacer ver lo que queremos, ¿no? Sin embargo, yo habría dado cualquier cosa por verlo del tamaño de un lobo común.


Volvió a su forma humana en un abrir y cerrar de ojos. Ahora tenía el mismo aspecto del chico que había tirado por la ventana días atrás. Sin duda era menos terrorífico, pero creo que saber la verdad acerca de él seguía acojonándome. Y más cuando percibía que quería matarme.


Estaba a un palmo de mi cara, mirándome fijamente con frialdad.


-Hola preciosa.- Dijo socarronamente.- ¿Cómo está mi pequeña asesina?


-Estará mejor que tú como no te largues.- No sé de dónde diablos salió la voz. Me sentía débil, pero intentaba ocultarlo con una máscara algo más resistente que la verdadera fuerza que me quedaba.


-Te crees muy valiente ¿eh?- Sonrió irónico.- No puedes matarme muñeca. Ya lo has comprobado con tus propios ojos. ¿O crees que soy una alucinación?- Si sospechaba que este tipo estaba pirado, ahora mis dudas estaban resueltas, esa risa estrambótica no era normal. Nada en él es normal.- Sandy, Sandy, Sandy… qué inocente criatura. ¿Aún no sabes la verdad de todo esto?- Su índice acarició mi mejilla. No fue un tacto delicado, sino brusco y áspero. Aparté su dedo de un manotazo.


-No me toques, engendro.- Le hubiese soltado varias cosas más de no haber sido porque me agarró la cara y se pegó aun más a mí.- ¿Qué verdad debería saber? ¿Que eres un monstruo?- Balbuceé como pude.


-Me cuesta creer que tus tíos no te contaran nada de esto. Supongo que querían mantenerte a salvo. Mira por donde, la jugada les salió mal.- Volvió a reír descaradamente. ¿De qué conocía a mis tíos? ¿Nicole le había hablado de ellos? ¿Y qué demonios tenía que explicarme? Ahora me sostenía más fuerte, no podía preguntarle sobre todo aquello.- Yo maté a tus tíos. Y es lo mismo que voy a hacer contigo.- Continuó burlándose atrevidamente. ¿Qué? Me las pagaría, ésta se la devolvería. Cada vez tenía más ira. Seguía riendo cuando de pronto se cortó en seco y añadió:- Me habrían ahorrado muchas explicaciones.

lunes, 16 de mayo de 2011

3º Capítulo. (Parte 1)

3. Rarezas.

Habían pasado tres meses de la muerte de mis tíos. Nos habíamos adaptado a la tranquila vida de Shinix-Ville, a sus paseos matutinos alrededor de la hermosa orilla del río, su resplandeciente amanecer…


Yo acepté el trabajo que me había ofrecido Angelique, por lo qué era la única persona junto con Eliseo que traía dinero a lo que ahora me había acostumbrado a llamar casa. Nicole, por su parte, se quedaba con Jisa preparando la comida y haciendo recados. Últimamente se tiraba todo el día en la panadería con su nuevo novio, Luis. Un chico de pelo moreno con ojos azules verdosos. Aunque Eliseo, por una alguna razón que no había creído oportuna comentarme, desconfiaba de él. Y no se podía decir que a mí me cayese muy bien.


El sol se cribaba radiante esa mañana. Nicole, había quedado con el señor panecito para dar una vuelta. Yo, estaba asomada a la ventana del salón mirando el reluciente amanecer, disfrutando de cada rayo de sol que se filtraba por la cortina. La abrí con intención de airear la casa, desde que Luis había llegado, la habitación olía a chucho recién bañado.


Alcé la mirada. Él estaba de pie, detrás de mí. Lo notaba nervioso, sus ojos se movían inquietos de un lado a otro sin saber bien dónde posarse. Ahora era yo la que estaba turbada, no podía mirarle, me incomodaba todo él.


Aparté la mirada y aprovechó la oportunidad para abalanzarse sobre mí, empotrándome contra el resquicio de la ventana. Aún aturdida por el golpe y bastante sorprendida ante tal placaje, reuní todas mis fuerzas en asestarle un único golpe. Le había dado en el costado izquierdo. Se tambaleó estupefacto, alejándose de mí, pero no tardó mucho en recuperarse y adoptar una posición de ataque típica de las películas de acción. Antes de poder salir corriendo, agarró mi muñeca y volvimos a la posición asfixiante de antes, sólo que estaba vez cerraba su mano alrededor de mi cuello, obstruyendo la entrada del aire. Nos dimos la vuelta, quedando Luis apoyado en la ventana y yo con más espacio libre para moverme. El escaso oxígeno que quedaba en mis pulmones se iba consumiendo poco a poco. No me quedaba mucho tiempo y no tenía armas útiles a mano. Únicamente esa idea pasó por mi cabeza. Mordí su brazo en un intento de zafarme de sus garras. Le empujé para apartarlo de mí lo antes posible, pero no sólo se alejó de mí, sino que cayó por el mirador. Tres pisos. Acababa de tirar a un chico desde un tercer piso.


Había sido en defensa propia. Pensé: tal vez no está muerto, tal vez se ha roto algo y… Me asomé a la ventana asustada, me sudaban las manos y me temblaban las piernas.


No había nadie. El suelo estaba igual que hace cinco minutos. No había rastro de nada. Pero eso no era lo único por lo que me preocupaba. Si el señor panecito, ahora señor psicótico paranoico, no estaba muerto, quería decir que vendría a por mí. Los locos siempre buscan venganza.



Nicole lo había pasado fatal. Jisa y Eliseo se miraban preocupados cada dos minutos. Yo, empezaba a sufrir de agorafobia. Normalmente, cuando una persona se cae desde un tercer piso, una de dos: o muere, o queda mal herido. Y nada de eso había pasado. ¿Normalmente? ¿Pero qué digo? Lo normal no es empotrar a la gente contra la pared, y mucho menos intentar estrangularla.


-Jisa, eso significa que lo es. ¿Cómo si no explicas que no haya rastro de nada? No creo que Sandy se invente algo así.- Estas casas son muy pequeñas y por muy bajo que hables se te escucha en todos lados.

3º Capítulo (Parte 2)



Mirándome al espejo pude ver que el chico psicótico me había hecho un pequeño corte en la mejilla. Ni me había percatado. Sin embargo, ahora me escocía un poco. Había escuchado la conversación entre el matrimonio Cheshire, pero ante tal locura habría preferido hacer oídos sordos, sin éxito alguno. Agarré el pomo de la puerta y me dirigí hacia la cocina, que se encontraba a unos pocos pasos por delante de mí.


-¿Puedo enterarme de qué está sucediendo aquí por vosotros, o tengo que seguir escondida detrás de la puerta del baño?- Mi comentario había sorprendido a Eliseo. Cosa que me extrañó, pensaba que sabían dónde estaba.


-Te enterarás por nosotros. Pero no tenemos nada más que decir. Ya sabes lo que pensamos: Luis es un licántropo.


-Y lo más probable es que vuelva a por ti.-Continuó Eliseo.- No sabemos qué es lo que quiere, por lo que estarás aquí hasta que estemos seguros de que ya no está.


-¿Qué?- No sé por qué había dicho eso. En realidad no quería salir, no podía.


-Por favor Sandy. Es lo mejor.- Dijo Jisa en tono tranquilizador mientras acariciaba mi mano. Asentí silenciosa. La puerta de nuestra habitación se abrió lentamente, dejando ver tras ella a una Nicole hecha polvo.


-Lo mejor será no decirle nada.- Susurró Eliseo. Apenas llegó a mis oídos un sonido audible, por lo que el comentario iba dirigido a Jisa y a mí.


-Necesito beber agua.- El precioso brillo característico de los ojos de Nicole había desaparecido. Un manto de oscuridad y grandes borbotones de lágrimas ocupaban su lugar. Se acercó al frigorífico y cogió la botella para beber a morro. Eliseo hizo ademán de decir algo, pero prefirió mantener la boca cerrada ante la sensibilidad de mi prima, o tal vez se debía a la mala leche que saca cuando está dolida.


-Creo que deberías acostarte.- Jisa la miraba triste. Se sentía mal por mi prima, pero habría dado lo que fuera porque Luis estuviese muerto. Dicho esto, Nicole optó por dirigirle una mirada asesina y sin mencionar nada más puso rumbo a su cuarto.


-Yo también voy a dormir.


Cuando entré en la habitación, Nicole ya estaba dormida. Me puse mi pijama nuevo. Había extrañado tanto el mío de manzanitas… Este también era azul, llevaba una pequeña carita sonriente añil en la parte izquierda de la camiseta. Tenía un tacto suave y era cómodo. Sin embargo, tampoco me ayudó para conciliar el sueño.


Según Eliseo, la única explicación plausible para tal suceso, era que: Luis, el panadero transformado en psicótico paranoico, en realidad era un hombre-lobo con intención de matarme.


1º ¿De verdad existían los hombres-lobo?


2º ¿Por qué querría acabar conmigo?


Llevaba toda mi vida creyendo que eran historias de terror para asustar a niños, espantosos disfraces de halloween, películas que hacían millonarios a sus directores y protagonistas, novelas de amor para adolescentes como yo… Algo en mi interior me decía que seguían siendo estupideces de gente con mucha imaginación y/o miedo, que veía una sombra y la distorsionaba hasta ver lo que realmente quería ver. Sin embargo, algo empezaba a florecer en mi interior, cargado de preguntas, cargado de sentimientos ocultos, cargado de un miedo que pronto empezaría a apoderarse de mí.

sábado, 14 de mayo de 2011

2º Capítulo. (Parte 1)





2.Un extraño pueblo.



Los borrosos y deformados recuerdos del día en que mataron a mis padres pasaban



fugazmente ante mí. La escena era casi la misma. Las fotos del crimen cometido se habían archivado, pero las vi el día que tuve que testificar. No dejaba de llorar, por lo que no fui muy útil que digamos.



Miré a mi prima nostálgica. Yo había sufrido mucho, tenía cinco años y recordaba alguna que otra cosa. No quería pensar lo que sería para ella que tenía quince. Para mí tampoco había sido agradable. Parece que la muerte va allá a donde voy.


Sin embargo, el bosque por el caminábamos, me tranquilizaba. Las ramas de los frondosos árboles se cernían amenazadoras sobre nosotras, dándole un aspecto fascinante y misterioso hasta al más insignificante arbusto. Estar al aire libre siempre había sido una de mis aficiones. Me encantaba caminar por el monte, y siempre que podía, arrastraba a Nicole conmigo. No quería reconocerlo, pero yo estaba segura de que esto también le gustaba.



Ya llevábamos dos kilómetros de paseo, sin hablar, cada una enfrascada en sus propios pensamientos, cuando avisté Shinix Ville en el horizonte.



-Hemos llegado.- Dije por primera vez en todo el viaje.



Shinix Ville es el típico pueblecito que parece sacado de un cuento. Según me contó mi tía se asemejaba mucho a Hallstatt, en Salzburgo, al que había viajado tiempo atrás.



-“Sería maravilloso poder comprarnos una casa allí.”- Allan siempre reía ante tal ocurrencia. A él también le gustaba Shinix Ville, pero Llenaire era un lugar único a su parecer.



Nos adentramos en las calles del encantador pueblo, explorando con la mirada cada bello rincón que parecían albergar en ellos mágicos secretos. Las casas eran todas de distintos colores, todas llamativas y alegres a la vista. Las flores caían en cascada por los trabajados balcones, todos ellos con bellos tallados. La mayoría, cosa que me llamó la atención, tenían labrados de lobos. Todos poseían uno, en mayor o menor tamaño, todos con distintas formas. La belleza que cada uno de ellos transmitía se reflejaba íntegramente en cualquier lado, en forma de dibujo en una puerta, en paredes, pero sobre todo en entalladuras.



-¿Qué vamos a hacer ahora?- Preguntó Nicole devolviéndome a la realidad.



-Es una buena pregunta.



-He cogido poco dinero. Podríamos ir a un albergue, suelen cobrar menos. No me hace mucha gracia, pero si tengo que trabajar para poder dormir en una cama lo haré.



-Podrías fregar los platos.- Dije riéndome por lo bajo.



-Eso nunca.



“Entonces lo llevamos claro”, pensé para mis adentros. Caminos por las pequeñas callejuelas y encontramos el hostal. La fachada del edificio era de piedra, parecía bastante antigua, tenía enredaderas en las esquinas, dándole un toque agradable.



Entramos algo cortadas. Íbamos con el dinero suficiente como para dormir, lo más seguro, una sola noche. Tras el mostrador de madera, una anciana nos miraba a través de los cristales de sus anchas gafas. Dubitativa, me acerqué a ella.



-Hola. Soy Sandy y ésta es mi prima Nicole.- Señalé.- Verá… no sabía que decir, sin embargo, un cartel tras su espalda me llamó la atención:



Alojamiento gratis. Sean bienvenidos todos aquellos que necesiten cobijo en las frías noches de Shinix Ville”.



-Necesitamos pasar aquí la noche.- Alegué algo cortada.



-Varias noches en realidad. Perdone, pero no tenemos donde dormir, no tenemos dinero. Necesitamos trabajo, sé que es mucho pedir, pero…- Antes de que Nicole pudiera terminar la frase, la mujer, levantó la mano en señal para mandarla callar. Tras eso, su rostro se vio iluminado.



-No os preocupéis pequeñas. Mi nombre es Angelique. Ahora mismo sólo tenemos una habitación con… dos camas libres, pero tendréis que compartirla con un matrimonio bien majo eh. Por eso no os preocupéis. Se llaman…- Angelique cogió un archivador lleno de papeles que se salían por todas partes. Pasó las páginas fijas a él, y continuó:- Eliseo y Jisa. Son encantadores. En cuanto al trabajo, necesito un ayudante aquí en el mostrador. Yo estoy bastante vieja,- continuó riéndose por lo bajo- y no me vendría mal una ayudita.

viernes, 13 de mayo de 2011

2º Capítulo. (Parte 2)




-Muchísimas gracias por todo. De verdad. ¡No sabe el favor que nos hace!- Contenta, subí con las llaves de nuestra nueva habitación. La casa era más grande de lo que parecía. Tras los pasillos se escondían cinco pequeños lofts equipados con todo, cocinas abiertas a diminutos salones, baños y dos habitaciones.


Loft 4. Ya habíamos llegado. Entramos en un confortable salón rústico. En la pared del fondo, una ventana, daba sus vistas al hermoso lago, dejando traspasar una luz cálida y hogareña. Un hombre que estaba sentado en el sofá de lo que parecía terciopelo rojo, me miró inquisitivo.

-¿Sois las propietarias de la habitación 2?- Preguntó algo dudoso.


-Supongo.- Saltó Nicole antes de que pudiera abrir la boca.


-Sí, somos nosotras. Yo soy Sandy, ésta es Nicole. Supongo que tú serás… Eliseo.


-Supones bien. ¡Jisa! ¡Tenemos nueva compañía!


Ella tenía el pelo rubio, como Eliseo, sin embargo era largo y ondulado. Sus ojos eran de un intenso color caramelo, mientras que los de él, eran de un gris apagado. Yo diría que rondaban los cuarenta.


-¡Bienvenidas recién llegadas!- Una gran sonrisa se dibujó en su dulce rostro y nos abrazó con firmeza. Esto reconfortó la fría llegada.- Yo soy Jisa.


-Nicole y Sandy.- Dijo mi prima algo más simpática. Puede que ella le hubiese caído mejor.


Tras habernos enseñado la casa, Jisa nos dejó a solas en nuestro cuarto. Dos camas estaban separadas por una mesita de noche, en frente, una ventana, otorgaba vistas de parte del lago y del bosque. Todos los muebles eran rústicos. Metimos la ropa en el gran armario que se encontraba en una esquina de la habitación. Nicole, abrió la puerta y se sentó en un estante:


-Mira, estoy en Narnia.- Una risa descontrolada salió de mí sin poder hacer nada. Sin duda alguna el armario era clavado al de la película. Enorme y con tallados. Tallados. Mientras me reía, fijé la mirada en uno de ellos. Y cómo no, eran lobos.


Durante la cena, Jisa y Eliseo nos contaron que habían venido de Inglaterra. Había sido su país natal, pero al casarse, decidieron buscar algo más tranquilo, algo alejado de los caóticos ruidos de Londres.


-¿Y vosotras de donde venís?- Eliseo, que ahora se había puesto gafas, me miraba de una manera distinta, como si me conociese de toda la vida. Tras la pregunta, lo contamos todo lo sucedido, cambiando el: “Asesinaron a mis tíos”, por un simple: “Tuvimos un… pequeño problema en casa”. Dado que resaltamos el “pequeño”, decidieron no hacer más preguntas sobre ese tema. Al llegar a la parte de viajar solas por el bosque, Jisa y Eliseo se miraron preocupados.

-¿Y fue tranquilo el paseo?- Los ojos de Jisa habían perdido su intensidad, adquiriendo así un tono más frío.


-Sí.


-¿No oísteis, ni visteis nada extraño?- Preguntó con delicadeza. La cena se había puesto tensa en un abrir y cerrar de ojos.


-No. Nada que yo recuerde.- Miré algo preocupada a Nicole, ella, alzó la vista y tras unos segundos concluyó con un:


-¿Algo importante que debamos saber?


-No es recomendable que os acerquéis mucho a los bosques. Solas.- Eliseo había adquirido un semblante severo. Miré angustiada a Jisa. No entendía nada. ¿Por qué? Nunca me había pasado nada en un bosque, y mira que había ido veces…


-¿Sabéis lo que son los licántropos, niñas?


-Claro. Son los personajes esos de cuentos, mitos, leyendas y novelas románticas de ahora. Que se transforman con la luna llena, se convierten en lobos y van dando tumbos de acá para allá devorando… ¡gente!- Dijo Nicole, acto seguido clavó su tenedor en mi mano.


-¡Ay! ¡Burra!- Su risa sarcástica se había desatado.- Los hombres lobo son una estúpida fantasía que se originan en las mentes de niñas, como tú, que se aburren y no saben que hacer.- Tajé su alegría con un pequeño puntazo. Ahora me reía yo.


-No son ningún disparate.- Dijo Jisa.


-Por favor, ¿quién cree en los hombres lobo? Nadie. Sólo existen en los libros y en la fantasía de algunas personas de hoy en día. Es una estupidez- Vale, ponerse así por un estúpido mito era una tontería.


-No lo es. Y tienes ciento sesenta habitantes en este pueblo que pueden demostrarte que los hombres lobo, existen de verdad y están más cerca de lo que crees.

sábado, 7 de mayo de 2011

1º Capítulo. (Parte 1)

1.El comienzo



La luna relucía llena en el oscuro cielo de Llenaire Ville, iluminando la calle sin luz por la que caminábamos.


00:00.


Llegábamos dos horas tarde y el castigo iba a ser descomunal. Nicole jugueteaba tranquila con uno de sus mechones castaños que emitían destellos rojizos, me ponía nerviosa su serenidad, por su culpa apareceríamos en casa de mi madrina a una hora que no deberíamos. Ir de compras era su pasión, y siempre nos salía caro.



-No sé cómo puedes estar tan tranquila.- Dije mirándola atónita.




-¿Por qué no voy a estarlo?- Preguntó bordemente.


-¿Tal vez porque llegamos tarde?- Arremetí con sarcasmo. Ser pasota era su punto fuerte, en una pelea así no le ganaría.


-Sandy, siempre llegamos tarde y mis padres solo se enfadan un poquito, ya lo sabes.- Respondió sonriente.


-Si no estuvieras en cada tienda una hora y media esto no pasaría. No habríamos perdido el autobús.-Sus ojos azul verdosos me miraban como si estuviese loca. A mí las compras me gustaban, pero no de forma tan exagerada. Habíamos salido de casa por la mañana para ir al centro comercial de High-Phoenix. Después, Nicole, convenció a Kate para quedarnos a comer allí y pasar la tarde, ya que para ella, habíamos estado poco tiempo. Sin embargo, para mí, había sido más que suficiente.


-El haber perdido el autobús ha sido un pequeño desliz. Además, el fin justifica los medios.- Dijo citando a Nicolás Maquiavelo. Ese alegato era de lo más antiguo, y por lo menos a mí, no me parecía del todo correcto. Sin embargo, cesé la discusión con un suspiro, no merecía la pena.


Las luces de la casa estaban encendidas. Seguramente Kate estaría sentada leyendo algún libro. Nicole metió la llave en la cerradura lentamente, como si estuviera nerviosa, pero su cara mostraba desinterés. Antes de poder terminar, la puerta se abrió, descubriendo tras ella a mi padrino. Allan nos miraba con expresión enfadada, cosa extraña en él. Siempre había sido la diversión en estado puro.


-Pasar.- Susurró desalentadamente.


Entramos en silencio en el salón. La luz de una pequeña lámpara de mesa lo iluminaba de forma tenebrosa. Kate, sentada en su sillón de tela roja en medio de los dos sofás del mismo color, alzó la vista hasta nosotras dejándome helada. La dulzura habitual de su rostro había desaparecido, dejando que una máscara de enfado cubriera éste.



-¿Dónde habéis estado?- Dijo enfadada. Haber llegado dos horas tarde no le había hecho mucha gracia que digamos.


-Hemos perdido el autobús. Lo siento mamá, quería llamarte, pero el móvil se me quedó sin batería y a Sandy se le había olvidado el suyo…-Nicole inventaba excusas de una forma pasmosa. Si no la había llamado era porque no había querido.


-Muy bien. Estáis castigadas tres semanas sin salir. Ya verás como la próxima vez te llevas el móvil cargado, además del de tu prima.- Kate estaba enfadada, muy enfadada. Cabreada sería quedarse corto.


-¿Qué? Pero si no tenemos tele ni nada, ¿qué demonios vamos a hacer aquí?- Roja como un tomate, Nicole, gritaba a su madre sin preámbulos. Los castigos no eran comunes en esta casa. Encima, aquí no había nada que hacer. De las cosas que podríamos catalogar como interesantes estarían: leer, hablar y comer. Sin embargo, la expresión de mi madrina no había cambiado ni un ápice, por lo que Nicole avanzó por las escaleras que se encontraban frente a la puerta de la casa y se esfumó a su cuarto, dando un portazo como signo de enfado también por su parte. Imité sus pasos subiendo los escalones de dos en dos. Medir uno ochenta y pico tenía sus ventajas, mis piernas largas más todavía. La puerta del baño, que quedaba al fondo del pasillo, se encontraba abierta, y unos pasos por detrás, un espejo me reflejaba de tronco para arriba. Mis tirabuzones castaños caían en picado por mi espalda y dos rebeldes por mis hombros. Unos ojos cansados de color pardo, los míos, me escudriñaban en la oscuridad. Entré en la habitación de Nicole con ganas de enterrar la cara en la almohada y chillar hasta quedarme sin voz. Justo lo que hacía mi prima en ese momento. Me tumbé en la cama y gritamos las dos a la vez, nos miramos y no dejamos de reírnos en toda la noche. Maldita sea, que estuviéramos en desacuerdo con el castigo no quería decir que reírnos fuera algo imposible.


-Se ha pasado.- Dijo Nicole todavía entre risas.


-Sí, es la primera vez que los veo tan… de mala hostia.- La risa ya apenas era audible.- Bueno, siempre hay una primera vez para todo.- Las carcajadas que se habían enmudecido hasta ese momento, volvieron a retumbar por toda la habitación dejándonos sin fuerzas para nada más, sumiéndonos a las dos en un profundo sueño.

1º Capítulo. (Parte 2)


Los rayos de sol se colaban cegadores por las rendijas de la persiana. Intenté abrir los ojos, pero todo a mí alrededor daba vueltas, difuminando aquello a lo que miraba. La respiración pausada de Nicole me decía que aún dormía. Su pijama rosa de gatitos contrastaba notablemente con las sábanas blancas a rayas negras de su cama. El mío era más serio, azul con manzanitas, pero lo adoraba, era cómodo y con una textura agradable. Sin embargo esa noche no me sirvió de mucho, había dormido fatal. Me levanté despacio intentando no despertar a Nicole que, por lo visto, había descansado mejor que yo, pero su “fantástico” oído fue capaz de escucharme a medio camino.



-¿A dónde vas?- Dijo mirando el reloj.- Sólo son las ocho y media de la mañana.


-Tú sigue durmiendo. Ya sabes que cuando me despejo, no vuelvo a pegar ojo.- Respondí restregándome los ojos. Poco a poco fue levantándose, se puso sus zapatillas y se encaminó hacia la puerta.-Me pido el baño primero.


-No si llego yo antes.- Ser más bajita que yo en este caso no le vendría bien. Corrimos por el pasillo, pero no consiguió adelantarme, agarré el pomo y le cerré la puerta en las narices.- ¿Sí?, pues solo quedan dos tortitas. Já, te quedaste sin.- Mierda. Bueno, ya desayunaría otra cosa.



Un grito ensordecedor paró mis movimientos. Bajé las escaleras a toda prisa, Nicole no solía asustarse con cualquier cosa. El salón estaba vacío. Antes de ir hacia la cocina, de donde procedían los sollozos de mi prima, pude apreciar una gran mancha de color rojo en la puerta principal. Preferí no acercarme. Tenía la piel de gallina, y a pesar del miedo que corría por mis venas, avancé con paso decidido en busca de Nicole.



La escena no era nada agradable. Sobre el blanco suelo de linóleo mi madrina yacía. Muerta. Bajo ella, empapando el pijama verde que le habíamos regalado por su cumpleaños, un gran charco de sangre. Pero no era lo único. Mi padrino estaba apoyado en una encimera con el traje que siempre se pone para ir a trabajar, pero su color negro habitual había sido impregnado de manchas del mismo tono que su corbata carmesí. Sin embargo, respiraba de forma entrecortada, aunque no le quedaría mucho. Me acerqué de forma apresurada a socorrerle con Nicole pisándome los talones.


-Papá… -Las lágrimas anegaban los ojos de mi prima y pequeñas gotas corrían por sus mejillas.



-Marchaos… Shinix... Ville- La voz se le había quebrado.- Vendrá a por vosotras…- Sequé una lágrima con el reverso de la mano. Se había ido.



Nicole me agarró del brazo y tiró de mí escaleras arriba. Entró en su habitación y empezó a preparar las maletas.


-¿Qué demonios haces?- Grité histérica. Estaba pagando mi tristeza, que se había transformado en rabia, con ella.


-¿Es que no has oído lo que ha dicho mi padre? Nos largamos. La cosa que ha hecho eso podría venir a por nosotras. Y no pienso estar aquí para averiguarlo.- No me moví del sitio.- Si te quieres quedar, bien. Buena suerte.



Momentos más tarde andábamos camino de un nuevo comienzo.

viernes, 6 de mayo de 2011

Prólogo

Prólogo



Deseaba que llegara ese día con desesperada ansia. Mis amigas me habían contado siempre lo maravillosas que eran sus vacaciones en la playa, el calorcito del sol, la suavidad de la arena, la frescura del agua salada… pero yo nunca había tenido la suerte de poder ir. Por eso, ese día, era muy especial para mí. Sería la primera vez que iría a la playa. A mis seis años no entendía la preocupación de mis padres por el mar. Decían que era peligroso, nada de fiar. Razón por la que nunca habíamos ido.


Alison, mi madre, con su voz angelical, me apremió a ponerme el bikini. Era mi favorito. Su fondo verde contrastaba perfectamente con sus lunares blancos, además tenía un pequeño volante en la parte inferior. Como era de esperar, no sabía nadar. Cogí mi flotador con cabeza de dinosaurio, era de color aguamarina con rayas amarillas y, aunque me daban mucho miedo los monstruos, éste me parecía muy gracioso e inofensivo. Bajaba saltando y cantando por las escaleras cuando de repente, oí un grito. Me escondí detrás de la puerta, solo logré ver una enorme sombra peluda. Lo sabía, papá y mamá me habían dicho que no existían, pero eso solo podía ser una cosa: un terrible monstruo.


Por suerte mis padres me habían enseñado que en caso de peligro cogiera el teléfono y marcara el 091. Corriendo aferré el teléfono y marqué. La voz grave de un hombre sonó tras el auricular, que preguntó qué ocurría y yo, llorando, conseguí responder:


-Ayuda. Mis papis están mal, hay un monstruo gigantesco atacándolos.- El policía soltó una risotada. Estaba claro que no me creía. Pero cuando oyó el chillido que dio mi madre dejó de reírse.



-Niña hazme caso, iremos allí enseguida. Escóndete en el rincón más alejado de donde este el monstruo, ¿vale bonita? Y no hagas ruido.


Como la niña bien educada que era, me escondí dentro del armario que había bajo las escaleras. Los ojos se me inundaron de lágrimas. Me tapé los oídos, no quería escuchar nada, tenía miedo, y los monstruos podían olerlo. Unos segundos más tarde, que a mí me parecieron horas, la puerta de la casa se derrumbó con un sonoro estruendo. Policías armados y fuertes entraron en la casa, espantando al monstruo y salvándome de la agónica pesadilla.


Desde ese día vivía con mis tíos y mi prima, Nicole. Simplemente intento no recordar aquel fatídico día. Ese día en el que me quedé huérfana.