lunes, 8 de agosto de 2011

Capítulo 15. (Parte 1)


15. Mentiras sin control

Una suave brisa acarició la estancia
en la que dormía plácidamente. Abrí los ojos disgustada. Hoy volvería a ver al
negado de Evan. Podría haberme tocado un guerrero que me exigiese mucho y no
intentara ligar conmigo, pero no. Así de mala es mi suerte. Tenían que
asignarme al mayor capullo de todo el barco.

-Nicole.
¿Estás despierta? -De forma inmediata, obvié la respuesta a mi estúpida
pregunta. Siempre consideraba imbéciles a la gente que te despejaba de tu

sueño. Cuando preguntaban, solo respondía de mala gana: ¿Pues no ves que es lo
que intentaba, capullo? Sin embargo, mi prima tenía el sueño profundo, a lo
mejor, daba la casualidad de que seguía dormida.
-Ahora sí. Muchas gracias. -Pero no. Ahí vuelve a entrar el tema de mi primera
observación. La suerte no está de mi parte. Nicole se levantó con arrogancia y
me echó una mirada asesina.
-Disculpe, mademoiselle -dije irónicamente-. Es
que no puedo pegar ojo. Y solo pensar en levantarme… -Me pone enferma. Expliqué
a mi prima con aire cansado. No tuve que terminar la frase. Ella me entendía a
la perfección.
-Ya. Te comprendo. -Sonreí mentalmente-. Yo tampoco tengo ganas de pasarme todo el
día con Barney. Y más estando separada de mi Derek. Que tortura. -Se quejaba de
un tío que le había tirado los tejos formalmente y se había retirado con
elegancia cuando le había dicho que no. Yo tendría que lidiar con el plasta que
seguía con su arrogancia. Esto demuestra que el orgullo de Evan era demasiado
fuerte como para que yo pudiese romperlo.

-No te quejes. El mío es peor -dije echándoselo en cara.
-Eso no te lo discuto -susurró para darme la razón. Las dos nos habíamos contado el
día con pelos y señales. Como hacíamos cuando éramos pequeñas.

Siempre se lo había contado todo a Nicole. Mi prima ha conocido, durante todos estos
años, todos y cada uno de mis secretos. Nunca había tenido pensamientos ocultos
para ella. Ahora había uno. Pero este no era un secreto individual, sino que,
de forma colectiva, agrupaba a Derek, Johnny, a mí, e incluso a todos aquellos
que tenían la marca y eran reconocidos como licántropos. Lo último que me
apetecía en estos momentos, era ponerlos en peligro. Sin embargo, escondérselo
a Nicole, me estaba resultando más difícil de lo que imaginaba.

Transcurridas las horas, llegó el momento de vérmelas con Evan. Fui a la cubierta con la
esperanza de no encontrármelo, pero allí estaba. Como ayer, tenía una sonrisa
en la cara. No una sonrisa bonita o de agradecimiento. Aquella sonrisa era de
desprecio y superioridad. E iba dirigida directamente hacia mí.

-Hola, nena. ¿Estás hoy de mejor humor? -dijo afectuoso de más. Solía apostar por la
gente que se preocupaba por mí o que era cariñosa, pero viniendo de él, preferiría
escuchar a un mono. No creería nada de lo que me dijese. Su arrogante sonrisa,
sus modales, su comportamiento con las demás criadas, etc., le caracterizaban
como un gilipollas de primera clase. No era buena persona. Me daría una
puñalada por la espalda para salir beneficiado. Definitivamente no lo quería mi
lado. En realidad, todo esto lo hacía por Johnny, Nicole y Derek. En cuanto
llegásemos a puerto, cogería a mi prima del brazo para salir por patas.

-Obviamente, no para ti -respondí lo más cortante posible. Mi borde respuesta no consiguió
borrarle la estúpida y odiosa sonrisa de la cara, sino que la agrandó más. No
tenía nada más que decir, así, que la jornada transcurrió sin ningún otro
percance. Las meteduras de mano y gilipolleces por estilo parecían relucir por
su presencia hoy.

“No te rebajes a su nivel”, me repetía mentalmente. Aguantaría
todo lo que fuese necesario. Unos leves sollozos, provenientes de un lugar
cercano, llamaron mi atención. Giré sobre los talones para ojear los
alrededores. Nicole venía hacia a mí con los ojos llorosos.

-¿Qué te ha pasado? -pregunté
a mi prima. Pocas eran las ocasiones en que veía llorar a Nicole. Yo siempre
había sido mucho más sensible, ella, por el contrario, parecía no sentir los
golpes sentimentales que recibía. Esta vez, las lágrimas se derramaban por sus
mejillas como si de riveras se tratasen. Algo gordo tendría que haber ocurrido.

Capítulo 15. (Parte 2)


-¡No te lo vas a creer! -dijo
entre sollozos-. Derek ha cortado conmigo. ¡No quiere saber nada de mí! Cree
que lo he engañado con Barney. -
What the fuck??- ¡Tú sabes que soy incapaz de hacer una cosa así! -Y así era. Lo sabía. Nicole podía mirar a otros chicos, pero nunca engañaría a su pareja.
Cuando empezaba a salir con algún tío, se entregaba en la relación. Desde
pequeña había soñado con su príncipe azul. Ningún chico había roto con mi
prima. Siempre solía ser ella, que, cuando se daba cuenta de que no era el
adecuado, cortaba de raíz. Llevaba toda la vida buscándolo y ahora creía
haberlo encontrado.
-Lo sé -afirmé
abrazándola a la par que consolándola. Estos eran los momentos en los que
intercambiábamos papeles y yo me transformaba en la fuerte. No creía a Derek
capaz de algo así. Sin duda me había sorprendido. Estaba consternada. Esto no
quedaría así. Iría a aclarar las cosas con él. Algo importante tenía que
haberle hecho tomar esa decisión. Tres posibilidades circularon por mi mente:
Barney le había mentido. Alguien le había tergiversado la realidad. Derek se lo
había inventado. La tercera se me antojaba errónea, pero nunca se sabe. No te
puedes fiar de nadie.
Mientras ella sollozaba,
puse camino a nuestro camarote. Pensé como sonsacarle a Derek el por qué del
fin a su relación. Tal vez no quisiera verla más y se lo inventó. No. No podía
pensar así. Se notaba que a él le gustaba Nicole. Mañana tendría tiempo de
sobra para hablar con Derek. Más aliviada, mi prima consiguió dormirse entre un
mar de lágrimas.
-Mañana hablarás con él
y todo se arreglará. Ya lo verás -susurré. No le vendría mal descansar. Para
variar, yo lo pasé peor. Había sido un día bastante movidito, y no solo por los
bruscos balanceos del barco. Tuve pesadillas, pero no con los aterradores
gritos de mi madre. Sino con Evan.

Cogí unos pitillos y una
sudadera azul oscuro de New Yorker y
puse rumbo al camarote de Derek. Nicole seguía profundamente dormida. Como no.
Siempre tenía el record en levantarse más tarde. Ella: tres de la tarde. Yo:
once de la mañana. Hoy, gracias a Dios, se acababa nuestra jornada de trabajo.
Ya que nosotras nos alojábamos en los camarotes de gente del servicio y ellos
en la zona lujosa, la de los guerreros, me tocó caminar bastante. Doblé la
esquina que faltaba para llegar a la puerta y me choqué con alguien. Alcé el
rostro con cara de pocos amigos. Mierda. Casi me caigo al ver esa odiosa
sonrisa. Joder. Evan.
-Hola preciosa. ¿Adónde
vas? Me buscabas, ¿verdad? Sabía que no podrías rendirte a la tentación -sentenció
arrogante. Su voz se expandió por mis oídos y los taponó hasta obstruirlos.
Daba la impresión de que invadía mi espacio vital.
-No vengo a por ti. Y no
te importa -contesté volviendo a mi cara de pocos amigos mientras me alejaba. Todavía
podía ver la puerta del cuarto de Derek.
Agarró bruscamente mi
brazo y me empujó contra la pared. Intenté hacer acopio de todas mis fuerzas
para apartarle de mí, pero un buen entrenamiento diario hacía que pudiese
dominarme hasta con los ojos cerrados. Era mucho más fuerte. Siempre pensé que
si algún chico se acercaba demasiado cuando yo no quería, acertaría a asestarle
una buena patada en sus partes. Y eso intenté hacer, librarme de él, pero me
tenía inmovilizada. Me zarandeé e intenté pegarle. Todo en fue en vano.
-En realidad, sí que me
importa. He tenido mucha paciencia con tu primita y sobre todo contigo, nena.
Pero estoy harto. No voy a consentir unas meras criadas me impidan tener lo que
quiero. -¿HARTO? Yo sí que estaba harta de su arrogancia, de su detestable
personalidad y por encima de todo, ¡de él!
Acercó su rostro a mi
cuello y sentí sus labios acariciar mi piel. Intenté golpearle en el brazo,
pero solo bastó para que me asiera de las muñecas. Besó mi mandíbula. Pensé que
podría convertirme ahora mismo y darle a ese gilipollas lo que se merecía, pero
entonces descubrirían todo el pastel. Lo que somos. La puerta del camarote
desapareció de mi vista. Nos matarían a todos. No pondría en riesgo la vida de
Johnny, ni la de Nicole, ni la de Derek. Algo cercano llamó mi atención. Unos
pasos parecían dirigirse hacia acá. Podría ser mi salvación. Podrían ayudarme.
¿O no?

lunes, 1 de agosto de 2011

Capítulo 14. (Parte 1)

14. Infiltrado entre nosotros

Por muy poco que nos gustara, hoy, nos tocaba trabajar. Yo quería seguir soñando. Por primera vez en mucho tiempo,
había conseguido dormir de un tirón. La única ventaja que teníamos con los
guerreros era que dormíamos más. Media hora más. Nosotras nos levantábamos a
las siete y media con la idea de que todos los chicos estarían ya fuera,
preparando estrategias y empujándose unos a otros como los verdaderos bestias
que eran. Tras colocarnos nuestros uniformes, acudimos a la puerta en espera de
Ally, que asignaba a cada chica un puesto de trabajo.

-Phoebe y Summer.
Vosotras os encargareis del servicio personal de cada guerrero.- Un gesto de
pena apareció veloz por el rostro de la sirvienta. Que desapareció rápidamente
por una delgada sonrisa.- Tenéis que hacer… todo lo que os pidan.- Quiso decir
algo más, pero se detuvo y continuó en voz baja:- Y mejor que no rechistéis.-
Ally se alejó a paso lento de nosotras. Nicole suspiró, posiblemente dando las
gracias por no tener los turnos de limpieza. Empezamos a rezar para que
nuestros guerreros, Derek y Johnny, fueran los que nos habían tocado.- Chicas
esperad.- La sirvienta de pelo azabache llamó nuestra atención de nuevo.- Ya
decía yo que me olvidaba de algo. Summer, tú serás la sirvienta de Barney
Sandler. Y Phoebe, el tuyo es Evan James.


Tras descubrir que no
serviríamos a nuestros príncipes azules, nos dirigimos a la cubierta con los
ánimos por los suelos. Barney era bastante guapo. Un chico musculoso de pelo
rubio y ojos verdes. Sin embargo, yo sabía que mi prima, solo tenía ojos para
Derek.

-Que pena que esté con
Derek…- Susurró Nicole a mi oído.
A mí, por otro lado, me
tocó un tío bastante extravagante. Guapo y atractivo. Vamos, el típico chulo
mierdas. También tenía un cuerpo atlético, pero sus ojos eran igual de oscuros
que su pelo. Evan me agarró por el brazo y me arrastró hasta su lado. Ojalá
hubiésemos podido escoger con quién trabajar, de quién encargarnos, pero no
podía quejarme. Tendría que soportar todas las chiquilladas de este crío
orgulloso e impertinente. Miré sus ojos oscuros. Estaba segura de que escondía
un secreto,- tal vez era un licántropo- pero no podía jugármela de esa manera.
Sería demasiado arriesgado.

-Hola preciosa. Es tu
día de suerte. Los próximos cinco días harás todo lo que yo quiera.- Dijo de
forma arrogante. Su voz era grave y melodiosa. Demasiado. Alargó la mano hacia
mi rostro. Demasiado repugnante.
Se
acabó.
Pensé. Que estuviese a su servicio no significaba que fuera a soportar
sus groserías. No pensaba permitírselo.

-Pues lo siento mucho
por ti, porque como te atrevas a ponerme un dedo encima, pagarás las
consecuencias.- Alcé la voz enseñándole el puño. No sabía pelear muy bien, pero
eso era algo que esperaba que él no averiguara.

-Con que eres una chica
difícil, eh. Me encanta. Siento decirte que es imposible resistirse a mis
encantos.- Ya me podría haber tocado un guerrero agradable, u homosexual, o
incluso que le importase una mierda su criada. Pero no. Me había tocado un tío
que se cree que es capaz de encandilar a las mujeres. ¡Pedazo de fantasma! Su
tacto me provocaba arcadas. No podría soportar cinco días con él.

Tras terminar la
acalorada discusión, puse rumbo a las tareas que me había encomendado. La
mañana pasó sin más incidentes. Tras terminar mi turno, encontré a Nicole.
Seguro que su día fue mejor que el mío. Ese tal Barney no tenía mala pinta. O
por lo menos no tan obvia.

-Hola. ¿Qué tal tu
mañana?- Preguntó cansada.

-Regular. Ese chico
intentó seducirme. Le paré los pies como pude, pero no se rinde. En definitiva,
Evan es un capullo.- Nicole observó al chico que yo señalaba con la cabeza. Al
verlo dijo:

-Bueno, piensa que
podría haber sido un pringado.- Al menos sacó algo bueno. Sin embargo miré a mi
alrededor y dije malhumorada:

-¿Aquí? Nicole, aquí no
hay pringados. Solo fantasmas. Enormes. Inflados. Creo que mañana me llevaré
una aguja para pincharle su enorme ego si se atreve a tocarme.- Estaba
insegura. ¿Qué demonios podía hacer contra Evan? Aquí no podía transformarme.
Era un chulo, pero también era enorme. No podría con él en forma humana.


Capítulo 14. (Parte 2)

-Barney también me ha
tirado los tejos. Es como si no hubiesen visto una tía en su vida. De todas
formas he tenido suerte. El mío era un caballero. En cuanto le dije un simple:
“no”, dejó de insistir. Aunque todavía intenta impresionarme.- Por lo menos el
suyo aceptó las calabazas…

Las dos habíamos tenido
el mismo problema. Solo que en el suyo, había una solución. En mi caso, sabía
que Evan no desistiría. Miré a mi alrededor y hallé a Derek en el campo de
visión.
-Allí está tu novio.-
Sonreí de forma cansada. Menudo día. Nicole y yo nos merecíamos un descanso.

Después de dejar a mi
prima en manos de Derek, caminé hacia mi camarote. En ese momento deseaba
abrazar a Johnny y contarle lo ocurrido, pero no quería preocuparle. Me
encargaría del imbécil yo sola.

Entré en el camarote y
me tumbé en la cama. Las finas sábanas blancas rozaban mi piel, asemejando
caricias que me ponían los pelos de punta. Comencé a pensar en toda mi vida. La
muerte de mis padres siempre sería una mancha oscura en mi memoria. Los
recuerdos de ese día se resistían a desvelarse. No era capaz de abrir mi
subconsciente y dejarles paso. Solo los gritos de mi madre parecían volar con
fluidez por mi mente. Nicole había sido mi mayor apoyo. Siempre había estado
ahí, en los peores momentos.

Las primeras
noches fueron terribles. Es un momento en el que no tienes nada que hacer y en
el que piensas en todo. Incluso Joaquín Sabina piensa como yo:
“Que tardé en olvidarla diecinueve días y
quinientas noches”.
A mí me sucedía lo mismo. Pero Nicole conseguía
despejar todas mis dudas y temores.
Ahora estaba
Johnny. La primera vez que vi aquellos ojos azules en los que no pude hacer
otra cosa más que hundirme en sus profundidades. Cuando me marcó. Ese sería
otro recuerdo que jamás olvidaría. Sin embargo, había un cuarto que perduraría
en mi mente siempre. Uno del que no quería deshacerme nunca. Coger su recuerdo
y no dejarlo escapar. Henry. Su familia. MI familia. Aquellos meses tan
increíbles. El olor a bacon que preparaba Becca. La dulce sonrisa de Emily. Los
preciosos ojos de Robert. Sus risas. Los días de caza. Pero todo eso se había
acabado.

Una solitaria lágrima
cayó en zigzag por mi acalorada mejilla. Realmente, todavía no quería aceptar
que hubieran muerto. ¿Por qué siempre me pasaba esto a mí? ¿Por qué mi vida
parecía ir a la perfección y de repente se iba a la mierda? ¿Por qué parecía
estar rodeada de muerte? Sin Nicole a mi lado, habría sido capaz de entregarme
a los guerreros.

Si tomamos que la
reencarnación es cierta, debo haber sido la peor persona de toda la historia.
Tal vez fui Jack el destripador, Isabel Báthory* o Hitler… Sequé la lágrima con
el anverso de la mano. Encima ahora aparecía el gilipollas este y me lo
dificulta más todavía. Sólo mi querida Nicole y Johnny eran capaces de
sostenerme en pie y ayudarme a seguir a delante sin caer en depresión. Solo
esperaba que mi vida fuese a mejor. En estos momentos no me atrevería ni siquiera
a abrir una galleta de la fortuna.





*Isabel Báthory: O Erzsébet (Elizabeth) Báthory fue una cruel húngara asesina
en serie obsesionada con la belleza, que utilizaba la sangre de sus jóvenes
sirvientas y pupilas para mantenerse joven. En total asesinó a seiscientas
treinta mujeres.