sábado, 7 de mayo de 2011

1º Capítulo. (Parte 1)

1.El comienzo



La luna relucía llena en el oscuro cielo de Llenaire Ville, iluminando la calle sin luz por la que caminábamos.


00:00.


Llegábamos dos horas tarde y el castigo iba a ser descomunal. Nicole jugueteaba tranquila con uno de sus mechones castaños que emitían destellos rojizos, me ponía nerviosa su serenidad, por su culpa apareceríamos en casa de mi madrina a una hora que no deberíamos. Ir de compras era su pasión, y siempre nos salía caro.



-No sé cómo puedes estar tan tranquila.- Dije mirándola atónita.




-¿Por qué no voy a estarlo?- Preguntó bordemente.


-¿Tal vez porque llegamos tarde?- Arremetí con sarcasmo. Ser pasota era su punto fuerte, en una pelea así no le ganaría.


-Sandy, siempre llegamos tarde y mis padres solo se enfadan un poquito, ya lo sabes.- Respondió sonriente.


-Si no estuvieras en cada tienda una hora y media esto no pasaría. No habríamos perdido el autobús.-Sus ojos azul verdosos me miraban como si estuviese loca. A mí las compras me gustaban, pero no de forma tan exagerada. Habíamos salido de casa por la mañana para ir al centro comercial de High-Phoenix. Después, Nicole, convenció a Kate para quedarnos a comer allí y pasar la tarde, ya que para ella, habíamos estado poco tiempo. Sin embargo, para mí, había sido más que suficiente.


-El haber perdido el autobús ha sido un pequeño desliz. Además, el fin justifica los medios.- Dijo citando a Nicolás Maquiavelo. Ese alegato era de lo más antiguo, y por lo menos a mí, no me parecía del todo correcto. Sin embargo, cesé la discusión con un suspiro, no merecía la pena.


Las luces de la casa estaban encendidas. Seguramente Kate estaría sentada leyendo algún libro. Nicole metió la llave en la cerradura lentamente, como si estuviera nerviosa, pero su cara mostraba desinterés. Antes de poder terminar, la puerta se abrió, descubriendo tras ella a mi padrino. Allan nos miraba con expresión enfadada, cosa extraña en él. Siempre había sido la diversión en estado puro.


-Pasar.- Susurró desalentadamente.


Entramos en silencio en el salón. La luz de una pequeña lámpara de mesa lo iluminaba de forma tenebrosa. Kate, sentada en su sillón de tela roja en medio de los dos sofás del mismo color, alzó la vista hasta nosotras dejándome helada. La dulzura habitual de su rostro había desaparecido, dejando que una máscara de enfado cubriera éste.



-¿Dónde habéis estado?- Dijo enfadada. Haber llegado dos horas tarde no le había hecho mucha gracia que digamos.


-Hemos perdido el autobús. Lo siento mamá, quería llamarte, pero el móvil se me quedó sin batería y a Sandy se le había olvidado el suyo…-Nicole inventaba excusas de una forma pasmosa. Si no la había llamado era porque no había querido.


-Muy bien. Estáis castigadas tres semanas sin salir. Ya verás como la próxima vez te llevas el móvil cargado, además del de tu prima.- Kate estaba enfadada, muy enfadada. Cabreada sería quedarse corto.


-¿Qué? Pero si no tenemos tele ni nada, ¿qué demonios vamos a hacer aquí?- Roja como un tomate, Nicole, gritaba a su madre sin preámbulos. Los castigos no eran comunes en esta casa. Encima, aquí no había nada que hacer. De las cosas que podríamos catalogar como interesantes estarían: leer, hablar y comer. Sin embargo, la expresión de mi madrina no había cambiado ni un ápice, por lo que Nicole avanzó por las escaleras que se encontraban frente a la puerta de la casa y se esfumó a su cuarto, dando un portazo como signo de enfado también por su parte. Imité sus pasos subiendo los escalones de dos en dos. Medir uno ochenta y pico tenía sus ventajas, mis piernas largas más todavía. La puerta del baño, que quedaba al fondo del pasillo, se encontraba abierta, y unos pasos por detrás, un espejo me reflejaba de tronco para arriba. Mis tirabuzones castaños caían en picado por mi espalda y dos rebeldes por mis hombros. Unos ojos cansados de color pardo, los míos, me escudriñaban en la oscuridad. Entré en la habitación de Nicole con ganas de enterrar la cara en la almohada y chillar hasta quedarme sin voz. Justo lo que hacía mi prima en ese momento. Me tumbé en la cama y gritamos las dos a la vez, nos miramos y no dejamos de reírnos en toda la noche. Maldita sea, que estuviéramos en desacuerdo con el castigo no quería decir que reírnos fuera algo imposible.


-Se ha pasado.- Dijo Nicole todavía entre risas.


-Sí, es la primera vez que los veo tan… de mala hostia.- La risa ya apenas era audible.- Bueno, siempre hay una primera vez para todo.- Las carcajadas que se habían enmudecido hasta ese momento, volvieron a retumbar por toda la habitación dejándonos sin fuerzas para nada más, sumiéndonos a las dos en un profundo sueño.

1º Capítulo. (Parte 2)


Los rayos de sol se colaban cegadores por las rendijas de la persiana. Intenté abrir los ojos, pero todo a mí alrededor daba vueltas, difuminando aquello a lo que miraba. La respiración pausada de Nicole me decía que aún dormía. Su pijama rosa de gatitos contrastaba notablemente con las sábanas blancas a rayas negras de su cama. El mío era más serio, azul con manzanitas, pero lo adoraba, era cómodo y con una textura agradable. Sin embargo esa noche no me sirvió de mucho, había dormido fatal. Me levanté despacio intentando no despertar a Nicole que, por lo visto, había descansado mejor que yo, pero su “fantástico” oído fue capaz de escucharme a medio camino.



-¿A dónde vas?- Dijo mirando el reloj.- Sólo son las ocho y media de la mañana.


-Tú sigue durmiendo. Ya sabes que cuando me despejo, no vuelvo a pegar ojo.- Respondí restregándome los ojos. Poco a poco fue levantándose, se puso sus zapatillas y se encaminó hacia la puerta.-Me pido el baño primero.


-No si llego yo antes.- Ser más bajita que yo en este caso no le vendría bien. Corrimos por el pasillo, pero no consiguió adelantarme, agarré el pomo y le cerré la puerta en las narices.- ¿Sí?, pues solo quedan dos tortitas. Já, te quedaste sin.- Mierda. Bueno, ya desayunaría otra cosa.



Un grito ensordecedor paró mis movimientos. Bajé las escaleras a toda prisa, Nicole no solía asustarse con cualquier cosa. El salón estaba vacío. Antes de ir hacia la cocina, de donde procedían los sollozos de mi prima, pude apreciar una gran mancha de color rojo en la puerta principal. Preferí no acercarme. Tenía la piel de gallina, y a pesar del miedo que corría por mis venas, avancé con paso decidido en busca de Nicole.



La escena no era nada agradable. Sobre el blanco suelo de linóleo mi madrina yacía. Muerta. Bajo ella, empapando el pijama verde que le habíamos regalado por su cumpleaños, un gran charco de sangre. Pero no era lo único. Mi padrino estaba apoyado en una encimera con el traje que siempre se pone para ir a trabajar, pero su color negro habitual había sido impregnado de manchas del mismo tono que su corbata carmesí. Sin embargo, respiraba de forma entrecortada, aunque no le quedaría mucho. Me acerqué de forma apresurada a socorrerle con Nicole pisándome los talones.


-Papá… -Las lágrimas anegaban los ojos de mi prima y pequeñas gotas corrían por sus mejillas.



-Marchaos… Shinix... Ville- La voz se le había quebrado.- Vendrá a por vosotras…- Sequé una lágrima con el reverso de la mano. Se había ido.



Nicole me agarró del brazo y tiró de mí escaleras arriba. Entró en su habitación y empezó a preparar las maletas.


-¿Qué demonios haces?- Grité histérica. Estaba pagando mi tristeza, que se había transformado en rabia, con ella.


-¿Es que no has oído lo que ha dicho mi padre? Nos largamos. La cosa que ha hecho eso podría venir a por nosotras. Y no pienso estar aquí para averiguarlo.- No me moví del sitio.- Si te quieres quedar, bien. Buena suerte.



Momentos más tarde andábamos camino de un nuevo comienzo.