lunes, 18 de julio de 2011

Capítulo 12. (Parte 1)

12. Embarcando.

-Voy acercarme al guaperas.- Dijo
Nicole practicando su mejor sonrisa.- No te vayas muy lejos.- Continuó
bromeando. Supuse que para ella el “guaperas” era el chico que estaba al lado
de Miki ojos azules. Se podría denominar como bastante guapo, rubio y de ojos
oscuros. Realmente era seductor. Pero no lo suficiente como para desengancharme
de la atracción que sentía por el tío de la marca. Alcé la mirada en busca de
mi apuesto caballero, pero para mi sorpresa, había desaparecido de mi campo de
visión.


Apoyada en la barandilla de la proa,
pensé que la sensación de navegar sobre el mar fue totalmente diferente a como
me había imaginado. Especulaba que vomitaría, que me marearía y montaría un
escándalo. Sin embargo, había suavizado los efectos de los hechos pasados hacía
solo unas horas y me hacía gozar de una tranquilidad plena. Se ve, que relajar
los sentimientos más dolorosos de los humanos era corriente en un licántropo.


Retrocedí unos pasos hasta que choqué
con algo o alguien que me dejó paralizada. Giré sobre los talones aturdida y
por fin le volví a ver cara a cara.


-¿Qué haces aquí?- Preguntó a punto
de perder los nervios Miki ojos azules.- Este sitio es muy peligroso.
Acompáñame.- Ahora, su rostro de matojo de nervios se había transformado en una
señal de preocupación. Estábamos con los guerreros, si adiestraban hombres lobo
estarían encantados de recibir otro más. Agarró mi muñeca vendada con firmeza y
me vi obligada a seguirle por los
laberínticos pasillos de madera del barco.


-Yo también me alegro de volver a
verte.- Las respuestas que se generaban en mi mente solían ser de dos tipos:
agradables y bordes. Estas, combaten en una agitada carrera por ver cuál llega
antes al efector. Normalmente, la agradable gana con varios minutos de ventaja.
Pero hoy, la respuesta usualmente vencedora había ido con pies de plomo por
todo el camino, dejando a la borde ganar en una batalla épica. Era la segunda
vez que veía a mi caballero andante y solo se le había ocurrido decirme un
simple: ¿Qué haces aquí?- ¿Quién eres?- Pregunté desafiante.


-Me llamo Johnny. Te lo explicaré
todo, pero no aquí.- ¿Por qué le había dado la manía de dejarme con la
curiosidad a todo el mundo? Ya que era la única persona que conocía en el
barco, sin contar a Nicole, dejé que me arrastra hasta su camarote. La habitación
era bastante grande. La cama, perfectamente hecha, parecía cómoda y muy
mullida. Lo que más me sorprendió, fue lo ordenado que estaba todo. Limpio como
una patena. Seguramente no se habría instalado todavía.- Toma.- Dijo
extendiéndome un brazalete de oro.- Empiezan a dudar de las vendas. Este te
ayudará a ocultar mejor la marca.


-¿No sospecharán más de una sirvienta
con un brazalete de oro?- Comenté escrutando la enorme joya. Elevé la vista y
me topé de lleno con sus enormes y encantadores ojos azules. Estos parecieron
fijarse en mí por primera vez. Me examinó con determinación de arriba abajo.
Eso me había fastidiado. Por una vez que me observaba, lo hacía en el momento
en el que llevaba el horrendo y espantoso uniforme.


-No. Aunque no lo creas, hay chicas
de familia rica. Dará el pego hasta que lleguemos a puerto. Entonces veremos
qué podemos hacer.


-Hay muchas cosas que no entiendo.
¿Por qué te ocultas si ellos entrenan hombres lobo que estén dispuestos a
ayudarles? ¿Por qué me ocultas a mí?- Dije señalando la reciente joya que
colgaba de mi marcada muñeca. Después de lo que les habían hecho a mis amigos,
no estaba por la labor de cooperar, pero sí haría lo que fuera por Nicole.-
¿Hay más licántropos en el barco?


-Demasiadas preguntas. Vamos a ver.
Primero. Me oculto porque a los hombres lobos los utilizan de forma salvaje,
los explotan hasta que no pueden más y les obligan a matar a otros de su
especie. Y yo no estoy por la labor.- Explicó algo afectado. La sinceridad
absoluta brillaba en sus ojos, por lo que me perdí de nuevo en ellos. Esta vez,
por suerte, volvió a sacarme de la ensoñación hablando, y no mordiendo.- Te
oculto porque… si te cogen, aparte de hacerte cosas horribles, registrarían el
barco entero.- Pareció dudar ante qué responder. ¿Qué esperaba que contestara?
¿Acaso le importaba? No, eso eran tonterías. ¿Cómo un chico como él podría
enamorarse de una chica como yo? Posibilidades igual a nulas o incluso
negativas. Además, solo me conocía de dos días.- Te vi en peligro y creía que
era la única oportunidad que tendrías de sobrevivir. Perdóname si no fue así.-
A posteriori llegó la cara de: Soy un chico bueno que no pretendía herir a
nadie.


-No. En realidad debo agradecértelo.
Me encanta ser licántropo.- Su rostro se mostró sorprendido ante aquella
afirmación.- Únicamente puedo decirte que… en fin, gracias. Mis sentidos se han
agudizado enormemente. Soy capaza de escuchar cosas inaudibles para el oído
humano. Percibir aromas que ni mi mente podría haber imaginado. Es un mundo
totalmente diferente al de antes. Me encanta ser lo que soy.


Capítulo 12. (Parte 2)

-No sabes lo que me alegra oír eso.
Pero aquí no puedes transformarte. Si te ven, te encerrarán y te adiestrarán como si fueras un perro.- Dijo
alzando la voz a medida que las palabras salían de sus labios.- Ten en cuenta

que no se pararan a preguntarte si quieres o no matar a los de tu raza.- Tras
haberme asustado de verdad con sus palabras, supo canalizarlas con una amable
sonrisa.- No permitiré que te pase nada.- Buah, eso aparte de tranquilizarme,
hizo que me derritiera como una bola de helado en el desierto a las doce del mediodía. Ahora el silencio reinó en
la habitación, un silencio que decidí cortar con una simple presentación.


-Soy Sandy.- No podía dejar que el
hombre que tanto me gustaba y del que dependía mi vida no supiera mi nombre.


-Bueno Sandy, aquí tienes que tener
cuidado. Nada de acercarte a mí,- Vale. Si quería decirme que me olvidara de él
bastaba con una simple mentira en plan: “Soy gay” o “No estoy para relaciones”.
O no, mejor, haberse callado.- sino, empezarán a sospechar y nos registraran.-
Ya, ya. Arréglalo.- Te puedo asegurar, que si eso pasa, averiguarán nuestro
secreto.- A pesar de eso, me entristeció pensar que no podría acercarme a él.
Pensaba que pasaríamos más tiempo juntos. Así, aunque no fuese mi novio, como
yo quería, seríamos amigos.- Claro que no tenemos que tomárnoslo al pie de la
letra.- Traté de disimular la sonrisa provocada ante aquella aclaración. Así
estaba mucho mejor.


-¿Soy la única que lo sabe?- Pregunté
inocentemente. Seguro que tendría una novia en la que confiaba o alguien
especial a quién contárselo.


-No, mi amigo Derek también lo sabe.
Él es de los nuestros. No puedes confiar en nadie más. Ni siquiera en esa rubia
que te acompañaba.- Dicho esto lo miré por última vez y alcancé el pomo de la
puerta para salir escopetada al pasillo. Nada más cerrarla ya quería volver a
estar con él. Quería mirarlo a los ojos y decirle: Me gustas. Quería besarlo y
que él me correspondiera. Nada más llegar a la cubierta encontré a Nicole
oteando el horizonte con una sonrisa de oreja a oreja.


-¿Qué tal con el rubio?- Pregunté
sobresaltándola. No sé para qué lo hice. La expresión de su rostro respondía a
cualquiera de mis dudas.


-Genial. Parece un buen tipo y es
encantador. Está más bueno de cerca que de lejos. Además, creo que tiene un
amigo… ¿pero eso tú ya lo sabes verdad pillina? Hemos quedado con ellos,- Dijo
dándome codazos en el brazo. Mi prima había conseguido una cita doble y solo
llevábamos aquí un día. UN DÍA. Ahora solo podía pensar en Johnny, o como lo
llamaba antes: Miki ojos azules, y nuestra cita. Me sonrojé vagamente al
acordarme de él.


-Solo me ha dicho dónde estaba
nuestro camarote. Yo de ti no me ilusionaría. Recuerda que trabajamos para
ellos.- Por fuera parecía decir: “Es una estupidez lo de la cita”. Por dentro:
“Quiero tener esa cita ya”. Pero también quería mantener nuestra tapadera.


-Ya tardaba en venir la aguafiestas.-
Refunfuñó Nicole con un gran suspiro.


Nuestro camarote era mucho más
pequeño que el de Johnny. Nuestras camas, o mejor dicho, la litera, estaba
situada a un lado, y en la pared de enfrente había un pequeño armario. Un
pequeño ojo de buey daba al lado oeste.


-¿Cómo voy a meter toda mi ropa
aquí?-Gritó Nicole al ver el diminuto armario. De todas formas, tampoco llevaba
tantas prendas.- Menos mal que no te dio tiempo a coger nada de ropa, sino no
nos cogería ni de broma.- A veces, por no decir siempre, mi prima era una
egoísta.


Tras haberme puesto la ropa que Nicole
había preparado para mí para esa noche, observé la suya muy bien conjuntada:
camisa de rayas azules y blancas con un hombro al aire y shorts vaqueros.


-A la. Guapísima. Vámonos.- Observé
por última vez mis pantalones un poco más largos que los suyos y la sudadera de
Snoopy que me había puesto encima de la camiseta con el pollito. Me mordí el
labio inferior en gesto indeciso. Empezaba a dudar de mi aspecto, de mi ropa,
de mi pelo, de mí misma. La duplica que se reflejaba en el espejo empezaba a
deformarse hasta convertirse en un espantoso payaso con una gran nariz roja. Se
colocó una máscara de carnaval, y se rió de mí de forma histérica. La locura se
apoderaba de todo mi cuerpo como si de electricidad por el cobre se tratara. Tal
vez no estuviera preparada para esto.