lunes, 26 de septiembre de 2011

Capítulo 18 (Parte 2)









–Sandy, estás bien… ¿Cómo habéis logrado sobrevivir? –miró a Johnny y a Derek que se encontraban detrás de mí y se tensaron sus músculos–. Cuidado, Sandy –prosiguió, echándome hacia atrás con un brazo–, os han traicionado, son guerreros. Los reconocí antes de que tú llegaras a casa.



–No, Henry. Ellos son como nosotros. Son licántropos. –Tras haber dicho esto pareció relajarse un poco, pero seguía sin confiar en ellos. Volvió a fijar la vista en mí.



–Sandy, tengo tanto que contarte, tanto que compartir… ¿Te vas a quedar, verdad? –Su mirada se dirigía suplicante, como la de un perrito cuando quiere comida.



–A decir verdad, nos vamos a quedar –recalcué el plural mientras miraba al resto–. ¿Seríamos una molestia?



–Con que tú te quedes me vale. Os enseñaré la casa, me ha llevado meses arreglarla, pero está casi terminada. La encontré hecha una ruina. Toda la parte de atrás no la he reformado, la he dejado como la encontré, así que si necesitamos más habitaciones solo tenemos que reconstruir esa parte. Una mano de pintura, unos cuantos muebles y voilà. Vamos a estar todos muy cómodos, aunque quede mal que lo diga yo, es muy acogedora. –Johnny puso los ojos en blanco, pero Henry no pareció darse cuenta–. Estoy deseando que volvamos a cazar juntos.



–Ejem, ejem… –carraspeó Johnny para llamar nuestra atención. El afecto con el que nos habíamos tratado el “nuevo” y yo no le había hecho mucha gracia.

–Ah, Henry, éste es Johnny, mi… –dudé. ¿Cómo etiquetar nuestra “relación”? Una cita y un beso. Normalmente sería un rollo, pero no quería pensar eso, ¿un amigo?… Johnny notó mi indecisión y él mismo tomó las riendas.



–Su novio. Encantado, Henry –dijo con cara de haber vencido en algo.



El rostro de Henry cambió inmediatamente. El brillo en los ojos se había disipado, al igual que su sonrisa. Pareció recibir la noticia del mismo modo que Johnny la muestra de afecto. No le hacía mucha gracia que yo tuviera novio. Eso me sorprendió. Era mi mejor amigo, debería alegrarse por mí.



–Sandy y yo saldremos a cazar. Nicole, ¿te importaría cuidar de Emily?, volveremos enseguida. –Mi prima asintió silenciosamente. Ni siquiera me preguntó, ni me miró, pero si había notado como su voz pasaba de dulce y emocionada a desilusionada e incómoda.



Salimos al jardín y, con garras lobunas, corrimos hacia el bosque. Esta vez el lobo que habitaba en mí no mitigó la extraña sensación que había ocasionado el inusual comportamiento de Henry. En ese momento era más importante lo que él quería decirme que toda la alegría que me embargaba por dentro. Antes de llegar a un claro del bosque supe que no había animales cerca. No captaba el olor. Hacía tiempo que no cazaba, tal vez eso había aminorado mis aptitudes, pero si percibía el resto de aromas. Los pinos, la hierba húmeda, algún que otro pájaro… pero eso no servía para alimentarme. Era obvio que Henry me había llevado allí para hablar. Y eso era raro en él. Solía darle igual quién estuviera presente, ni siquiera su madre le preocupaba… ¿Habría sobrevivido Becca al incidente?



–Sandy, quiero decirte una cosa –comenzó, después de volverse humano y yo imitar sus pasos–. No me resulta fácil, yo… –Pero pareció no saber terminar la frase. Estaba nervioso y pensando lo que iba a decir. Cosa excepcional en él. Una minúscula gota de sudor apareció en su frente.



–Tendríamos que estar cazando, Henry –apremié. Tal vez eso le devolvería a la realidad, a ser el chico rubio que yo conocía, mi amigo fiel.



–Antes de que vayas en serio con ese… tío –prosiguió con desprecio, haciendo caso omiso a mis suplicas–, tengo que decirte lo que siento. Yo, desde que te vi… –Espera, ¿lo que siente? Esto empezaba a sonarme a novela romántica. Pero no podía ser, Henry no podía sentir nada por mí. Son imaginaciones tuyas, me repetí, quiere decirte que le parece peligroso, que no confía en él y que debes tener cuidado.



–Henry, llevo horas corriendo, tengo hambre –sentencié. Teníamos que centrarnos en la caza, no quería un sermón de sobre la prevención. Escruté su rostro durante unos segundos. No se daría por vencido, lo veía en sus ojos. Debía dejar que soltara lo que quisiera sobre Johnny, asentir como a los locos y después podríamos irnos.



–Simplemente no entiendo como no te das cuenta. Sandy, estoy enamorado de ti. –Henry era como yo. Soltaba las cosas de sopetón, como jarros de agua fría que provocan que miles de agujas se te claven anestésicamente. Pero su declaración no fue así, una oleada de calor me invadió por completo y aumentó cuando se acercó a mí hasta el punto en que nuestros labios se encontraron. Entonces me besó. Me besó como si nada más importara. Amor, dulzura, protección, pasión. Miles de sensaciones, incluso desconocidas, se trenzaron por mi mente anegándolo todo. Solo quedábamos él y yo. Me amaba. ¿Cómo no me podía haber dado cuenta? No había sido capaz de mirar más allá de mis narices. La forma de mirarnos, siempre estando juntos, todo


Se dice que el amor es ciego. Pero no se decía que la gente era tan gilipollas que no se daba cuenta de ser amada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario