domingo, 27 de mayo de 2012

Capítulo 39. (Parte 2)


Después de unos 15 minutos aproximadamente nos encontrábamos en el hotel. Como Matt había dicho. Bueno no los minutos exactos pero nadie era perfecto. Entramos y nos encontramos a Johnny tirado en el sofá que se encontraba en la entrada, una de sus manos se encontraba sujetando la cabeza y en la otra llevaba el móvil. Le toque en el hombro ya que parecía no haberse percatado de nuestra entrada. Levanto la cabeza. Su cara se ilumino al verme.
-Sandy,  ¿Estás bien? ¿Dónde has estado? ¿Qué ha pasado? –me evaluó con la mirada para ver si tenía algún daño importante. Lo único que sobresalía un poco era la marca que me habían dejado las cuerdas. Evan las había apretado bien. Aunque Matt no lo dijera, se notaba que estaba fuerte, de no ser así no habría conseguido liberarme. Ah, y también un pequeño rasguño la rodilla, debido a la caída.  Cuando vio que no había que llevarme al hospital ni darme nada (era muy exagerado) nos hundimos en un profundo beso. No me había dado cuenta de que lo había echado de menos. Solo habíamos pasado una tarde separados. Pero en esa tarde habían pasado muchas cosas. El también parecía haberme echado de menos, si en esta tarde llena de contratiempos me había acordado de él, no sé lo que pasaría estando aburrida y separada de Johnny.
-Ejem, Ejem. Siento interrumpir tortolitos. Pero debemos irnos. Johnny ya te lo contaremos cuando estemos a salvo.- Se me había olvidado que debíamos irnos cuanto antes. En sus brazos todo parecía tan seguro cuando estaba entre ellos nada ni nada ni nadie podía preocuparme.
Subimos arriba y preparamos la maleta. No teníamos mucho que preparar por lo que en 5 minutos estábamos los tres en recepción. Johnny se encargo de explicara  la recepcionista porque abandonábamos el hotel antes del día previsto, de mientras Matt y yo cambiábamos nuestros pases, respectivamente, por otro que salieran de inmediato.  Nos costó 50 € más pero conseguimos un avión que salía dentro de una hora. El tiempo justo para llegar y subir al avión.

 Cuando ya estábamos sentados en los cómodos asientos del avión pudimos respirar con tranquilidad.  Hasta ahora no habíamos podido hacer eso. Evan podía aparecer por cualquier parte y eso me aterraba. Aquel individuo, el cual no podía ser llamado persona, era tan miserable, asqueroso… No había palabras lo suficientes horrorosas para definirlo.
 Ahora ya podíamos relajarnos y volver a la rutina. Volvería a ver la sonrisa de Camy; a oler el perfume de Isabelle; a oír los malo, malo, malo de Lily; A ver la carita de Emily; la fanfarronería de Billy; las quejas de Rosie; la amabilidad de Jisa; el aspecto sobreprotector de Eliseo y por supuesto a Henry. Ese apuesto caballero andante que era lo único en el mundo que hacía que no fuera capaz de amar a Johnny con todo mi corazón.  Algunas de esas cosas a otras personas les parecerían agotadoras o aburridas. Pero yo las echaba de menos. Aquellos eran los pequeños detalles que hacían que mi vida fuera feliz.
Estas horas en el avión eran insoportables. Jisa y Eliseo nos las habían puesto en horas aceptables para que no se hiciera tan pesado. Pero debido al gilipollas, teníamos que viajar de noche. Para algunas personas eso estaría genial, pero para mí no. Me resultaba difícil dormirme en aquellas butacas. Era todavía peor porque Matt y Johnny habían caído rendidos. Me daban envidia, yo también podría estar en un dulce sueño.
Al final conseguí dormirme. Cuando me desperté estábamos a punto de llegar. Las luces del cinturón parpadeaban nerviosas.  Desperté a Johnny y a Matt.
 Ambos se pusieron el cinturón. Mire a Johnny, a pesar de que  habíamos tenido que vestirnos rápido, el estaba tan seductor y encantador como siempre. Los  pelos  le acariciaban la nuca. El cabello le había crecido desde que lo conocí. Antes lo llevaba corto, formando una pequeña cresta. Ahora sin embargo, llevaba el pelo medio largo. No como los cantantes gitanos que le llegaban a la espalda, su pelo estaba a la altura perfecta, ni muy corto ni muy largo. Se había puesto la camisa azul de manga corta que se compro en la última tienda en la que entramos. Le estaba ajustada, es decir, le quedaba como le queda una guitarra a un guitarrista; como un ordenador a un funcionario… Parecía que estuviera hecho a su medida.
La presión de la bajada empezó a notarse. Minutos después  el avión había aterrizado y rodaba por la pista. Cuando la luz del cinturón se apagó nos preparamos para bajar del avión.

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