Después de unos 15 minutos aproximadamente nos
encontrábamos en el hotel. Como Matt había dicho. Bueno no los minutos exactos
pero nadie era perfecto. Entramos y nos encontramos a Johnny tirado en el sofá
que se encontraba en la entrada, una de sus manos se encontraba sujetando la
cabeza y en la otra llevaba el móvil. Le toque en el hombro ya que parecía no
haberse percatado de nuestra entrada. Levanto la cabeza. Su cara se ilumino al
verme.
-Sandy,
¿Estás bien? ¿Dónde has estado? ¿Qué ha pasado? –me evaluó con la mirada
para ver si tenía algún daño importante. Lo único que sobresalía un poco era la
marca que me habían dejado las cuerdas. Evan las había apretado bien. Aunque
Matt no lo dijera, se notaba que estaba fuerte, de no ser así no habría
conseguido liberarme. Ah, y también un pequeño rasguño la rodilla, debido a la
caída. Cuando vio que no había que
llevarme al hospital ni darme nada (era muy exagerado) nos hundimos en un
profundo beso. No me había dado cuenta de que lo había echado de menos. Solo
habíamos pasado una tarde separados. Pero en esa tarde habían pasado muchas
cosas. El también parecía haberme echado de menos, si en esta tarde llena de
contratiempos me había acordado de él, no sé lo que pasaría estando aburrida y
separada de Johnny.
-Ejem, Ejem. Siento interrumpir tortolitos.
Pero debemos irnos. Johnny ya te lo contaremos cuando estemos a salvo.- Se me
había olvidado que debíamos irnos cuanto antes. En sus brazos todo parecía tan
seguro cuando estaba entre ellos nada ni nada ni nadie podía preocuparme.
Subimos arriba y preparamos la maleta. No
teníamos mucho que preparar por lo que en 5 minutos estábamos los tres en
recepción. Johnny se encargo de explicara
la recepcionista porque abandonábamos el hotel antes del día previsto,
de mientras Matt y yo cambiábamos nuestros pases, respectivamente, por otro que
salieran de inmediato. Nos costó 50 €
más pero conseguimos un avión que salía dentro de una hora. El tiempo justo
para llegar y subir al avión.
Cuando
ya estábamos sentados en los cómodos asientos del avión pudimos respirar con
tranquilidad. Hasta ahora no habíamos
podido hacer eso. Evan podía aparecer por cualquier parte y eso me aterraba.
Aquel individuo, el cual no podía ser llamado persona, era tan miserable,
asqueroso… No había palabras lo suficientes horrorosas para definirlo.
Ahora
ya podíamos relajarnos y volver a la rutina. Volvería a ver la sonrisa de Camy;
a oler el perfume de Isabelle; a oír los malo, malo, malo de Lily; A ver la
carita de Emily; la fanfarronería de Billy; las quejas de Rosie; la amabilidad
de Jisa; el aspecto sobreprotector de Eliseo y por supuesto a Henry. Ese
apuesto caballero andante que era lo único en el mundo que hacía que no fuera
capaz de amar a Johnny con todo mi corazón.
Algunas de esas cosas a otras personas les parecerían agotadoras o
aburridas. Pero yo las echaba de menos. Aquellos eran los pequeños detalles que
hacían que mi vida fuera feliz.
Estas horas en el avión eran insoportables.
Jisa y Eliseo nos las habían puesto en horas aceptables para que no se hiciera
tan pesado. Pero debido al gilipollas, teníamos que viajar de noche. Para
algunas personas eso estaría genial, pero para mí no. Me resultaba difícil
dormirme en aquellas butacas. Era todavía peor porque Matt y Johnny habían
caído rendidos. Me daban envidia, yo también podría estar en un dulce sueño.
Al final conseguí dormirme. Cuando me desperté
estábamos a punto de llegar. Las luces del cinturón parpadeaban nerviosas. Desperté a Johnny y a Matt.
Ambos
se pusieron el cinturón. Mire a Johnny, a pesar de que habíamos tenido que vestirnos rápido, el
estaba tan seductor y encantador como siempre. Los pelos
le acariciaban la nuca. El cabello le había crecido desde que lo conocí.
Antes lo llevaba corto, formando una pequeña cresta. Ahora sin embargo, llevaba
el pelo medio largo. No como los cantantes gitanos que le llegaban a la
espalda, su pelo estaba a la altura perfecta, ni muy corto ni muy largo. Se
había puesto la camisa azul de manga corta que se compro en la última tienda en
la que entramos. Le estaba ajustada, es decir, le quedaba como le queda una
guitarra a un guitarrista; como un ordenador a un funcionario… Parecía que
estuviera hecho a su medida.
La presión de la bajada empezó a notarse.
Minutos después el avión había
aterrizado y rodaba por la pista. Cuando la luz del cinturón se apagó nos
preparamos para bajar del avión.
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