lunes, 13 de junio de 2011

Capítulo 7. (Parte 1)



7. Maneras de vivir


Becca caminaba de con los dos niños cogidos de la mano. El silencio de la noche era vacilante, solo de vez en cuando se resquebrajaba con el austero sonido del viento de poniente. El paisaje estaba cambiando. Del desolador, solitario y vacío bosque del pueblo abandonado, habíamos ido a parar a un lugar de aspecto totalmente opuesto. Cerré los ojos e intenté imaginar cómo sería este sitio con los áureos rayos otorgados por el sol. La brisa rozaba mi rostro como si fuese de un sedoso terciopelo. Sentir las pequeñas espirales volar a mí alrededor, la grata calidez fluir por mi piel… sin duda, de los placeres más deseables que recuerdo.


El chasquido, producido por una fina rama que acababa de pisar, fue el causante de que saliera de mi ensoñación. Sin duda, últimamente me gustaba demasiado alejarme de la realidad y desligar mis pies de la tierra. La herida producida por el chico angelical ardía sin cesar. Estaba segura de que, si gritaba por el dolor, conseguiría despertar a todo bicho viviente en un campo con cinco kilómetros de radio. Sentía como la sangre había parado de fluir, sin embargo, todavía me mortificaba significativamente.


El horizonte cada vez se tornaba más claro y pude sentir como poco a poco, el frío que estaba sintiendo se disipaba. Tras varios minutos andando, llegamos a una vieja casa de apariencia acogedora. Estaba situada en un claro lleno de flores silvestres. El conjunto en sí era bastante bello a la vista. Todavía no había visto la vivienda por dentro, pero por fuera, necesitaba varias manos de pintura. Sería agradable dormir allí en vez de a la intemperie. Por adentro no era muy diferente, estaba escasa de decoración. La cocina, pequeña y amena, poseía un honor antiguo, una pila y una mesa redonda en el centro. En torno a ella, unas sillas, que apostaría eran de roble, estaban deterioradas por el paso del tiempo. Nada que no se pudiese solucionar con una mano de barniz. Los primeros rayos del alba entraban traviesos por los resquicios de las cortinas, las cuales eran de un color beis pálido. Becca, que había llevado a los niños a su dormitorio, ahora estaba examinando todos y cada uno de mis movimientos. Sintiéndome observada como un pececito de colores dentro de una pecera, opté por sentarme en una de las sillas.


-¿De dónde vienes?- Y antes de permitirme responder, cortó toda opción.- ¿Quién te marcó?- Seguí su mirada delatante y aprecié que se refería a la mordedura.


-Vengo de Shinix-Ville. No sé quién era. Intenté seguirle, pero era demasiado rápido para mí.- Decidí confiar en ella, ya que era la única persona que parecía saber algo de todo esto, la cual, podría resolver mis dudas.


-¿Tienes idea qué significa esa marca? ¿O quienes eran esos guerreros?- Vaya. La definición de “guerreros” parecía la correcta. Al menos había acertado en algo.


-Sospecho que la marca está relacionada con lobos. Los guerreros… digamos que solo sé que no sé nada.- ¿De verdad había dicho eso? Me iba a convertir en un monstruo, eso seguro. Y, ahora que lo pensaba, ella había dicho: “De los nuestros”. También era licántropo.

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