lunes, 25 de julio de 2011

Capítulo 13. (Parte 1)

13. El encuentro.
Nicole caminaba nerviosa
de acá para allá. Parecía que la cita con el chico rubio la había emocionado.
Al menos más de lo corriente. Las pulseras y collares relucían en el aire como
una lluvia de estrellas que descendía directa a la cama. Trescientas combinaciones
distintas para quedarse definitivamente con la primera de ellas. Era difícil

saber cómo demonios había metido todo eso en la mochila, pero tratándose de
Nicole, habría sido como coser y cantar.


-¿Cómo se llama?-
Pregunté sacándola de su ensoñación. Así al menos la entretendría y dejaría de
dar vueltas. Iba a acabar por marearme.
-Derek.- Dijo para mi
sorpresa. Estaba segura al cien por cien de que se trataba del chico
licántropo. Aquel en quién confiaba Johnny.- He quedado con ellos a las seis. Con
hacerles esperar cinco minutos bastará.
-No sé porqué pretendes
hacer eso. Él te gusta.- Dibujé una pícara sonrisa en mi rostro e intenté
subirle los colores.- Y parece que tú también a él.- Volví a mi yo habitual y
continué interrogándola:- ¿Cuál es el problema?
-No digas tonterías,
Sandy.- Respondió cortante.- Si llegamos antes o incluso a la hora justa
pareceremos desesperadas. Lo cual no es nada atractivo para una chica. Ellos lo
saben. Y seguro que más que de sobra.- Dijo riéndose por lo bajo.- No les
costará esperar un poco.
El minutero parecía
ralentizarse con cada segundo que pasaba. Incluso llegué a pensar que se había
detenido, pero el cambio de un minuto a otro aún más interminable me hacía
desesperar por completo. Nicole seguía dando vueltas, ahora agarrando su pelo
con una mano mientras caminaba y buscaba un coletero. Yo no paraba de repetirle
que estaba perfecta y que no necesitaba más retoques, pero eso parecía
exasperarla más todavía. A pesar de todo, sabía que el tiempo se detenía no por
incontables retoques, sino por volver a verle. Por volver a ver su
resplandeciente sonrisa. Su pelo oscuro y sus ojos. Esos iris azules sin fin,
como el mar interminable al mirar al horizonte, como el propio cielo. Fijé la
mirada en Nicole. Parecía que no era la única que desesperaba por momentos.
Recogió su pelo en una coleta lateral y me hizo un gesto para que nos fuéramos
de allí. Por último, pescó un brazalete blanco, se deshizo del recogido y salió
en camino de nuestra cita. Ya que la lista de Nicole no contó con lo que íbamos
a tardar, se hicieron las seis y diez.
-¡Hola, chicas!- Dijo
Derek aparentemente emocionado. La gran sonrisa con la que nos había recibido
pareció ampliarse al mirar a Nicole. Sus ojos oscuros pasaron de mi prima a mí,
recibiéndome con una cálida sonrisa.- Me parece que no nos conocemos. Yo soy
Derek.- Alargó una mano y me miró con ojos brillantes.
-Me lo imaginaba.-
Comenté riéndome a la vez que miraba de reojo a Nicole.- Soy Sandy.- Posé mi
mano sobre la suya y la acercó a sus labios besándola suavemente. Me sorprendí
gratamente al ver la educación con la que me estaba tratando. Nicole pareció
sonrojarse levemente a pesar de que la mano era mía.
-Es la mejor forma de
mostrarle mis respetos a una señorita.- Prosiguió Derek excusándose. Me pareció
demasiado fino y cortés para ser un guerrero, estos solían ser tercos, duros y
bastante maleducados. Debían actuar muy bien porque conociéndolos, se notaba
que no podían pertenecer a los Guerreros de Caín.
-Hola.- Dije saludando a
Johnny. Este, a diferencia de su amigo, solo respondió con un gesto de cabeza.
Tras recorrer varios pasillos y bajar unas escaleras, llegamos hasta el almacén en el que guardaban las botellas de vino, el agua y reservas de comida. El cuarto estaba un poco
deshabitado, pero se notaba que habían estado arreglándolo. O eso intentaba
delatar una escoba apoyada junto a una caja. También varias velitas, un detalle
de lo más romántico, bañaban de luz hogareña la sala. Como si de un flashback
se tratase, apareció una imagen ante mí: Henry y yo sentados frente al fuego de
la chimenea. Fue un día fantástico. La mejor caza de todos los tiempos, tanto,
que incluso no tuvimos que salir a buscar presas en dos días. Pero Nicole tenía
razón, la cita debía servirme para alejar malos pensamientos y atraer aquellos
que me harían feliz. Alejé ese recuerdo con un movimiento rápido de cabeza. Eso
pertenecía al pasado. Henry pertenecía al pasado. Me concentré en Johnny, que
echaba hacia atrás la silla para que me sentase. Eso es, Johnny era mi presente
y en lo único que debía centrarme. A pesar de todo, me pellizque el brazo por

debajo de la mesa para comprobar que esto no era un sueño. Sin embargo, seguía sentada en el mismo sitio, esta vez con Miki ojos azules mirándome fijamente.


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