lunes, 12 de septiembre de 2011

Capítulo 16. (Parte 1)









16. Salvación



–¡Quita! ¡Por favor, ayuda! –grité tan alto como pude. Esperaba que, la persona que deambulaba por allí, me oyese. Evan me tapó la boca para que cerrara el pico. Sin embargo, las pisadas se oyeron con más intensidad. Parecían apresurar el paso. Con la mano recién absuelta de su encerramiento, empujé a Evan.



–Esto no quedará así, Sandy –dijo amenazante. Me miró directamente a los ojos y se marchó por el pasillo contrario a donde venían las pisadas que, cada vez más, se oían cercanas.



Pegué la espalda a la pared, sofocada. Poco a poco fui resbalando hasta quedar sentada en el suelo. Giré la cara. Al fin, las pisadas de mi salvación tenían un rostro.



–Sandy. ¿Estás bien? ¿Por qué chillabas? –preguntó mirando a todos lados en busca de algún peligro aparente. Johnny. Una lágrima rodó por mi encendido pómulo–. Eh, no llores. Ya estoy aquí, tranquila –susurró–. Ven.



Johnny cerró su mano alrededor de la mía y me ayudó a levantarme. Me abrazó y, al soltarme, rodeó mi cintura con su brazo. Yo había estado a punto de ser violada, pero él, tampoco traía buena cara. Entramos al camarote que se situaba en frente del de Derek, al de Johnny. Tal vez, el rubiales no estaba en ese momento.



–Sandy. Cuéntame lo que te he pasado. Sabes que puede confiar en mí. No soporto verte sufrir así –suplicó. Solo habíamos tenido una cita y ya se preocupaba por mí como si nos conociésemos de toda la vida. Decidí contárselo. Que se preocuparan por mí, me hacía recordar mi infancia. Esos momentos, cuando mis padres vivían, en los que tropezaba e, instantes después, ellos venían a mi lado. Empecé a llorar a lágrima suelta. No solo por el recuerdo de mis padres, que aún causaba dolor, ni porque su asesino anduviera suelto, sino, porque si no hubiese sido por Johnny, ahora tendría otra cosa por la que sollozar durante la noche.

–Fue horrible… Evan me cogió del brazo y me inmovilizó. No podía defenderme. Si no hubieras llegado, él habría… –Creía estar gritando, pero no fue así. Mis palabras se habían convertido en un susurro desde el comienzo de la frase. No hizo falta que terminara la frase. Él comprendió al instante y me estrechó entre sus brazos, estaba temblando.



–No hace falta que sigas. Ya no tienes de qué preocuparte. Ahora yo lo sé. No permitiré que te haga daño. Me encargaré de él más tarde. Evan no quedará impune –dijo con firmeza mientras me sentaba en la cama y se situaba a mi lado.



–No. ¿Y si te descontrolas? Te convertirías en lobo y si eso pasa, nos matarán a todos. No volverá a suceder –agregué para tranquilizarlo. En el fondo quería darle una buena hostia al cabrón ese.



–Comprendo lo que dices, Sandy. Pero no pienso soportar que se atreva a tocarte un solo pelo. Si te roza, si te mira, avísame –dijo mirándome directamente a los ojos. Parecía capaz de matarlo si llega a encontrárselo en esos momentos. Era la primera vez que veía esa faceta de Johnny. Un Johnny que se preocupaba por mí, que me daba abrazos, que me salvaba y que sería capaz de matar a quien tuviera intención de hacerme daño.



–Lo haré. Te doy mi palabra –prometí. Y así sería. Si Evan se atrevía a tocarme, se las vería con un licántropo que le superaba en todos los aspectos. Nos descubrirían, pero no estaba por la labor de ser su “juguetito”.



Johnny rodeó mi cintura. Lo abracé, correspondiendo a su cariño. Los temblores fueron disminuyendo poco a poco. Pasaban los minutos y yo seguía allí, aferrada a él. Aferrada a la persona que estaba dispuesta a arriesgarlo todo por mí. En ese momento supe que sentía algo más allá de un simple: me gustas. Me quería. Sin embargo, creía que todavía era demasiado pronto para decir nada. Dejé de preocuparme por Evan. Le tenía a él para protegerme. Alcé la vista y miré de frente a los ojos que me habían vuelto loca desde el primer momento en que los vi en el bosque. Johnny acercó su rostro. Nuestros labios se rozaron suavemente. Y entonces me besó. Era el primero y superó todas mis expectativas. Mucho mejor de lo que había podido imaginar. Estaba plenamente satisfecha. Una mezcolanza entre dulce y apasionado.



Miré a Johnny, feliz. Sus ojos azules transmitían fervor, entusiasmo, intensidad, todo lo que yo también había sentido. Oí un portazo proveniente de la puerta de enfrente. Derek. Tenía que hablar con él. Nicole se merecía ser feliz y yo me encargaría de tejer los hilos pertinentes para que eso fuera así.

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