sábado, 15 de octubre de 2011

Capitulo 20 (Parte 1)



20. Fidelidad

Tenía el corazón en un puño, sintiéndolo palpitar desbocadamente. El estómago parecía retorcerse bajo mi tripa. Dios, qué difícil me lo pones. No podía dejar a Johnny, no por un beso. Un beso suave, dulce y apasionado. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. No, me dije a mí misma. Había tomado una decisión y no iba a permitir que mi mente se sumiera otra vez en la duda. Al fin y al cabo era solo un beso. No tenía claro lo que sentía por él, no dañaría a Johnny sin estar completamente segura de que me gustaba otro, no se lo merecía. Henry y yo tendríamos que hablar a solas y esperaba que comprendiera mi punto de vista, que me diese tiempo.

Me levanté de forma apresurada hacia el claro donde nos besamos. Observé en el horizonte a un Henry abatido. Incluso sumido en dolor. Estaba sentado con las rodillas encogidas. Más de cerca parecía un niño pequeño enrabietado. Lentamente me acerqué a él. Decirle mi decisión no sería muy difícil –o eso esperaba–, pero explicarle por qué la había tomado sería harina de otro costal. Pero tenía que hacerlo, cuanto antes mejor.

–Henry, yo… –empecé. Él había girado el rostro hasta mirarme con esos mares de chocolate llenos de tristeza, paralizándome así.

–No hace falta que digas nada –susurró–. Fui un gilipollas al besarte. Solo pensé en mí, en que te perdería y… me dejé llevar. Sé que obré mal, pero Sandy –continuó. Mi cara debía ser un poema. Me estaba complicando las cosas–, lo volvería a hacer. Tenías que saber lo que siento por ti. A sí que, aunque me rechaces, por lo menos lo habré intentado. –Sus palabras habían descompuesto mis palabras y liaban de nuevo mis sentimientos. Me armé de valor, tenía que decirle que amaba a Johnny. Esperaba que me perdonase… ¿Qué estaba diciendo? ¡Le estaba rompiendo el corazón! Nunca me lo perdonaría.

–Henry… tienes que comprenderme. Yo lo siento, pero no tengo claros mis sentimientos, lo que siento por ti –murmuré–. No me parece justo para Johnny. Todo esto me ha pillado por sorpresa, y no he tenido tiempo suficiente para pensarlo, pero… –Ya no le miraba. Tenía la vista fija en la húmeda hierba que crecía a mis pies–. Yo le quiero, Henry. Lo siento.

–Bien, acepto que me rechaces si es lo que te hace feliz –dijo firmemente. Le miré apesadumbrada a los ojos ¿Es lo que me hace feliz?–. Pero no creas que te librarás tan fácilmente de mí –prosiguió, queriendo sonreír, sin embargo solo apareció una mueca en su lindo rostro–. No me quedaré de brazos cruzados, intentaré conquistarte. No me rendiré. –Tras decir esto agachó la cabeza y me pareció ver que el brillo de su mirada se volvía más tenue.

No daba crédito a mis oídos. Acababa de decirle que escogía a Johnny y me respondía que me seguía queriendo. Que sus sentimientos no desaparecerían. Solo había dos opciones: o estaba como un cencerro o estaba loco por mí. Mi mente tiraba más hacia la primera, pero él no parecía pensar lo mismo.

–Debemos volver –farfullé. Tal vez, estar con otras personas le ayudaría. Aunque de los dos, yo parecía más desanimada.

No –espetó–, lo primero es lo primero. ¡A cazar! ¿No crees? –Su voz todavía permitía entrever un deje de tristeza, pero cuando lo miré no había signos de ella en su rostro. Parecía como si nada hubiera pasado entre los dos. Seguía siendo el Henry de siempre, mi amigo, en el que podía confiar ciegamente.

Lo estábamos deseando. Mi yo lobuno adoraba cazar, me sentía más viva y fortalecida que nunca. Me convertí en loba y comenzamos con la búsqueda de nuestra comida. Un aroma, que no llegué a reconocer, obstaculizó mi hocico por completo. No eran ciervos. Para cuando me di cuenta de que el animal estaba justo en frente de mí, fue demasiado tarde. Fue como empotrarme contra una pared, solo que esta era peluda. No estaba preparada para enfrentarme con una de estas bestias salvajes. En los bosques en los que vivía no era normal ver a un oso como este, por eso Henry no me había preparado y no sabía qué hacer. Aún aturdida del golpe levanté la vista hasta darme de bruces con los fieros ojos del gigante animal. No reaccioné a tiempo y el oso me lanzó un zarpazo que me disparó hasta chocar con un árbol cercano. El hombro izquierdo comenzó a doler de forma extremada. La cabeza siguió dándome vueltas y caí redonda como Sandy humana al suelo. Un grave rugido procedente del oso retumbó por mis oídos, haciendo que me llevase las manos a la cabeza. Después, todo se volvió negro y perdí el conocimiento. Caray, desde luego que no eran ciervos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario